Artículo de reflexión
Áreas protegidas ordenamiento de acciones para el manejo de la diversidad biológica
Protected areas ordering of action for the management of the biological diversity
Tatiana López Piedrahita*
* Ecóloga,
Profesional responsable, Instituto de Investigaciones Ambientales del
Pacífico (IIAP), Quibdó, Chocó.
e-mail: taticologa@gmail.com
Recibido: Julio 31, 2009 Aceptado: Agosto 14, 2009
RESUMEN
La
conservación y sus mecanismos han generado discusiones a nivel
institucional y social por cuanto su aplicación es compleja y
debe responder a un proceso vinculado a la planificación
orgánica del territorio. El tema está sujeto a retos que
van desde la planeación hasta la percepción ambiental que
los actores territoriales tienen de la diversidad biológica, de
las dinámicas de transformación y de la
conservación. Las particularidades étnicas y riqueza
natural del Chocó biogeográfico hacen necesario revisar
las formas de intervenir el territorio y en consecuencia, el objetivo
de este artículo es reflexionar respecto a la inclusión
de otras lógicas de ordenamiento territorial para contribuir al
desarrollo y la conservación, acciones que están
determinadas por el interés social y la necesidad de responder a
situaciones de riesgo ambiental. Es determinante para la
conservación articular percepciones de actores territoriales
para dar legitimidad social a gestión en conservación,
mediante acuerdos sociales con arreglo a normas relacionadas con el
tema.
Palabras clave: Ordenamiento ambiental; Conservación; Diversidad biológica; Percepciones; Legitimidad social.
SUMMARY
The conservation
and its mechanisms have generated institutional and societal level
discussions since its implementation is complex and must satisfy the
planning process linked to organizational planning. The issue is
subject to challenges ranging from planning to environmental perception
that territorial actors is of biological diversity, the dynamics of
transformation and conservation. Of ethnic and natural wealth of
the Choco biogeographic make it necessary to review ways to intervene
in the territory, the aim of this paper is to reflect on the inclusion
of other land management logic to support the development and
conservation actions are determined by the interest social and the
need to respond to situations of environmental risk. It is crucial
for conservation articulate perceptions of territorial actors to
provide social legitimacy in conservation management through social
arrangements in accordance with rules related to the topic.
Keywords: Environmental management; Conservation; Diversity biological; Perceptions; Social legitimacy.
INTRODUCCIÓN
La
conservación es parte de un proceso concertado y planificado que
surge por las aceleradas dinámicas de transformación que
afectan la diversidad biológica mundial, se centra en los
impactos adversos generales ocasionados por oportunidades de comercio
sobre la oferta ambiental y por ende, contempla los sistemas
productivos imperantes y las formas de ocupación del territorio.
Las áreas protegidas son un mecanismo de la conservación
para permitir, mediante objetivos específicos, contribuir a la
permanencia de la biodiversidad. Sin embargo, los adelantos en este
tema se enfrentan a limitantes, el concepto de diversidad
biológica es entendido de manera limitada y las áreas
protegidas como mecanismo de conservación tienden a quedar
ligados a percepciones diversas que dificultan el desarrollo de este
tipo de iniciativas.
Estas
iniciativas y sus resultados requieren de acciones conjuntas que
implican definir de la manera más clara posible los conceptos
que «permiten encaminar un proceso concertado enfocado hacia el
establecimiento de nuevas áreas protegidas como una herramienta
para la conservación de la diversidad biológica»
(Convenio de Diversidad Biológica). Designar una zona bajo
alguna figura de protección sea parque, refugio o reserva de la
biosfera, no es sólo el primer paso sino una parte de la
estrategia hacia la conservación de la diversidad
biológica (Primack y Ross 2002). La situación deseada de
manejo se fundamenta en la noción del manejo efectivo, definido
como aquel que se acerca al logro de los objetivos de
conservación mediante un proceso legitimado socialmente y de
gestión eficaz; de ahí la importancia de buscar la
articulación en los conceptos que ordenan el territorio y las
acciones entre los actores regionales de la conservación.
La
institucionalización del tema medioambiental en las
últimas décadas constituye un factor central de este
proceso, a través de la aplicación de políticas,
formulación de nuevos marcos jurídicos, aprobación
de acciones por parte de distintas instancias gubernamentales y
movilización de importantes recursos financieros que se
englobaron bajo el paradigma del desarrollo sostenible y la
conservación.
Las
dinámicas puestas en marcha en las áreas que componen el
sistema de áreas protegidas, no sólo han modificado
profundamente los contextos tradicionales de acceso, propiedad y uso
del entorno biológico, sino también, como es
lógico, de las percepciones, valoraciones y expectativas de la
población sobre esas áreas.
Un caso que
ejemplifica el grado de «apropiación» del
significado de conservación es la movilización de amplios
sectores sociales e institucionales del departamento del Valle del
Cauca a causa de la propuesta de llevar a cabo una obra de
infraestructura portuaria en inmediaciones de un área colectiva
con altos valores para la diversidad biológica considerada para
la declaración de un área nacional protegida. Esto se
puede llegar a considerar (según el enfoque) como una muestra de
movilización bajo la consigna de que la conservación del
área constituirá un bien público de beneficio
directo para la población del lugar, del departamento y del
país. Sin embargo, la misma iniciativa dejó ver la fuerte
prevalencia del componente natural sobre los sistemas sociales
asociados con el área.
Este hecho
agitó la discusión sobre la «legitimidad» de
los proyectos sectoriales respecto a la conservación del medio
ambiente y los derechos de participación de las comunidades
locales, puesto que falta fortalecer el estudio de los valores,
actitudes y representaciones sociales sobre el medio ambiente y la
conservación de las poblaciones étnicas.
ORDENAMIENTO HERRAMIENTA DEL REORDENAMIENTO
La complejidad de
un territorio se puede medir por la diversidad de sus elementos y la
cantidad de interrelaciones entre ellos, así como por la
magnitud de la información necesaria para describirlo de manera
adecuada. Carlos Matus dice que la planificación es la
reflexión que antecede a la acción, John Friedman dice
que el plan es la mediación entre el conocimiento y la
acción1. La necesidad de ordenar el territorio responde a un
proceso nacional desde un enfoque ambientalista con una tendencia
economicista neoliberal que es asumido por las corporaciones,
municipios y sectores intergremiales.
La
planificación responde a un interés por atender las
problemáticas ambientales ocasionadas por el desajuste entre la
oferta y la demanda ambiental percibidos y declarados por los actores
del desarrollo en un momento dado, a causa de la realidad suscitada por
la pérdida de sensibilidad hacia el medio natural de esta
última fase de la industrialización desmedida en su
versión capitalista. Bajo este contexto, como lo expresa Drews,
el ordenamiento ambiental haría referencia al proceso de ajuste
entre oferta y demanda ambiental, que obedece a patrones culturales,
tecnológicos, económicos y sociales. Aunque siempre
existe una lógica de ordenamiento, es mejor hacer referencia a
reordenación cuando se trata de un instrumento de gestión
de una institución designada a intervenir en este tema.
Un aspecto
que es importante destacar es que estos modelos de ordenación
responden a procesos de desarrollo, por lo general definidos por una
cultura occidentalizada que se autodetermina desarrollada, sobre
algunas sociedades que pueden poseer un equilibrio interno vigoroso y
un ordenamiento armónico entre su cultura y el ambiente pero
bajo principios que excluyen un crecimiento económico desmedido,
lo que los neutraliza en el contexto desarrollista y los ubica como
subdesarrollados o en vía de desarrollo mientras se ajustan a
los lógicas imperantes.
Esas otras
lógicas manifiestan que «para ordenar el territorio hay
que ordenar el pensamiento, o sea que el ordenamiento territorial tiene
dos partes: lo espiritual que se refiere al pensamiento y lo
físico que se refiere a la tierra. Para nosotros esas dos partes
no se pueden separar, siempre están unidas, pues el territorio
es uno solo»2. Tal como lo expone Correa (2008) esta
descripción del proceso evidencia las identidades sociales y las
configuraciones culturales presentes en los territorios, y la
diversidad de percepciones, usos y ecosistemas que las sustenta, las
que, vale la pena aclarar, difieren de forma significativa entre las
selvas húmedas (Chocó biogeográfico y
Amazonía) y Los Andes.
El proceso
de ordenamiento del territorio en áreas étnicas en donde
la cultura es la expresión de los mecanismos de
apropiación y desarrollo acordes con las condiciones ambientales
del entorno que por definición son configuraciones
histórico-culturales del medio físico, prevalecen
diversos sistemas de identidad desde un enfoque culturalista ligado a
sus complejas cosmovisiones y a sus prácticas productivas que
son fruto de reconstrucciones culturales articuladas a las calidades
del entorno; como lo expresa Andrade (2007), «el estudio de
mosaicos culturales en el bosque ha demostrado la coexistencia de la
biodiversidad cultural (cultigenos, variedad y agroecosistemas) con la
diversidad del bosque».
Esta
dinámica o interacción diversidad natural y cultural se
contempla en la Constitución Política de 1991, cuyo
Artículo 7 reconoce y protege la diversidad cultural de la
Nación y en el caso de comunidades afrodescendientes el
Artículo transitorio 55 reconoce a las comunidades negras, sus
prácticas tradicionales de producción y el derecho a la
propiedad colectiva donde se establecerán mecanismos para la
protección de la identidad cultural y para el fomento de su
desarrollo económico y social. Asimismo la Ley 21 reconoce las
aspiraciones de esos pueblos (indígenas) a asumir el control de
sus propias instituciones y formas de vida y de su desarrollo
económico, y a mantener y fortalecer sus identidades. De
ahí entonces cabe anotar que los procesos de conservación
y protección de áreas deben estar enmarcados casi
necesariamente en procesos de desarrollo con acertado manejo del
ambiente, sustentado en bases participativas, tal como lo sugiere la
Decisión 28 de la Séptima Conferencia de las Partes (COP
7) del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) 20043.
Todo lo
anterior involucra dos criterios a contemplar en la
planificación de la conservación, los conceptos de uso
que involucran la vocación de las áreas y la
percepción cultural del territorio, de tal forma que permitan el
desarrollo pleno de gobernabilidad y uso de acuerdo con los elementos
consagrados en la ley para territorios étnicos en el marco de
los objetivos de conservación y sus mecanismos.
Relación hombre-entorno. El
cambio global como lo expresa Motta, no debe mirarse sólo en la
medición de fenómenos de cambios en la cobertura, el
clima y pérdida de diversidad biológica, también
hay que explicarlos en las acciones humanas que los provocan; por ello
es determinante para la conservación saber cómo los
grupos socioculturales perciben y valoran el ambiente que se observa de
manera diferente de acuerdo con los sistemas de percepción de
las personas y de sus costumbres de supervivencia. Cada grupo
socialmente cohesionado tiene una percepción diferente de una
misma realidad.
En este
sentido, el «mundo» es una idea que implica diferentes
representaciones e interpretaciones de lo real. Muchas intenciones y
acciones asumen que las palabras o términos usados poseen un
único significado; sin embargo, los objetos y acontecimientos no
tienen el mismo sentido para todas las personas. Ocurre lo mismo en los
universos simbólicos basados en creencias, valores,
informaciones, costumbres, etc. que se transmiten a través de la
tradición y la comunicación social, tal como lo
demostró De la Fuente Caussin (2005) en la definición de
los esquemas de representación social de la conservación
en Amboro-Madidi4.
En la
región del Chocó biogeográfico, donde convergen
diversas formas de expresión y organización social, es de
gran importancia reconocer actores desde su contexto; Douglas North y
otros neoinstitucionalistas le asignan una importancia fundamental a
las instituciones culturales en las que se ha desarrollado una
sociedad. En nuestro caso hemos visto que no parece existir en la
actualidad un solo contexto cultural que guíe el comportamiento
ambiental de los colombianos, sino, al contrario, muy diversas
raíces ideológicas5, que están aún vigentes.
La clave
para una adecuada conservación y un acertado manejo del ambiente
lo constituye en general la cultura a través de los
individuos portadores de la misma, que implican en muchos casos un
enorme conocimiento de la base natural, que es lo que finalmente
orienta la toma de decisiones (e incluso la creación de normas).
Es a partir de esta elaboración como se pueden construir
alternativas de desarrollo que lleven a los grupos humanos a
perpetuarse en el tiempo y en un espacio, siendo a su vez consecuentes
con su cultura y con la armonía de los ecosistemas que habitan,
generando una nueva sinergia invisible al saber común pero
palpable para la gestión de áreas protegidas.
Aún
no se tiene de manera clara, para el tema de la conservación, la
percepción común que las comunidades poseen sobre las
áreas protegidas, en donde se muestre un significado central
(una representación social) constituido por elementos que
señalen que un área protegida se concibe o se entiende
como un espacio físico destinado a la conservación
exclusiva de los recursos naturales, renovables y no renovables, que
cumplen con unos objetivos específicos que contribuyen a la
conservación y a las cuales se pueden sumar elementos desde la
cultura, que permitan preservar el equilibrio de las áreas con
altos valores para la biodiversidad.
Contrario a
interpretarse como un esfuerzo conjunto, los pobladores perciben que
antes de la creación de los parques, ellos (los grupos
étnicos) protegían y cuidaban su medio ambiente con
costumbres y tradiciones ancestrales, asegurando que por esa
razón existen aún en muchas partes de la región
una gran cantidad de recursos naturales. El hecho de proteger (Decreto
622 de 1977)6, en el saber común de gran parte de las
poblaciones rurales, se tiende a interpretar como un mecanismo de
control externo que afecta (limita) el uso de los recursos y la
autonomía de las comunidades locales sobre sus territorios.
En esta
perspectiva, se percibe la conservación desde las comunidades
como un proyecto casi imposible de alcanzar; un área protegida
es entonces un espacio protegido por ley con muchas
«prohibiciones, restricciones y control», con escasas
alternativas de desarrollo para las comunidades, por lo que
¿quien garantizará en estas condiciones la efectividad de
la medida de protección? Genera además desafíos en
el tema de gobernabilidad y autonomía al considerarse que por
presión de externos se sobreponen intereses a los órdenes
de la comunidad. Como lo expresa Andrade, el conflicto socioambiental
prolongado, los nuevos arreglos culturales y la nula aplicación
de incentivos para la conservación aumenta el desequilibrio que
ocasiona el desajuste que se genera entre la oferta y la demanda
ambiental.
Un medio
para lograr este hecho es mediante la participación. Asimismo,
las instituciones se deben desarrollar de forma paralela a los procesos
de participación comunitaria, respondiendo así a las
necesidades de gestión de la conservación en la
región y la intención internacional donde se reconoce que
muchas comunidades indígenas y locales, dependen de los recursos
biológicos de su entorno y que los conocimientos tradicionales
pueden contribuir a la conservación y a la utilización
sostenible de la diversidad biológica, dos objetivos
fundamentales del Convenio de Diversidad Biológica.
Establecer
representaciones sociales de los esquemas de conservación
basadas en los usos, costumbres y/o tradiciones es fundamental para
lograr un entendimiento real de las percepciones de la
conservación como lo definen las comunidades de Bolivia:
«La protección y cuidado de un área se realiza,
principalmente, para el bien común, es decir, que la
conservación beneficia a todo ciudadano del país y del
mundo (De la Fuente 2005) y así lograr una gestión eficaz
de la conservación.
Cultura y conservación.
Los territorios colectivos situados en el Chocó
biogeográfico constituyen un pilar fundamental para cualquier
política relativa a la conservación y al uso sostenible
de la diversidad biológica, pues las áreas protegidas y
territorios colectivos suman 65% de la extensión de la
región, áreas estratégicamente excluidas del
mercado de tierras, pero que en el caso de los territorios colectivos
no son específicamente áreas protegidas bajo una
categoría de manejo y representan una oportunidad para los
mecanismos de conservación, cuando se logre la
participación efectiva de las comunidades.
Si bien es
cierto, tal como lo expresa Andrade (2007), en Colombia, conforme a la
tendencia mundial, el modelo convencional de conservación dio un
viraje en 2001 con la promulgación de la política de
participación social en la conservación «parques
con la gente» (UAESPNN 2001), que propuso que la
conservación no se podía lograr sólo mediante la
aplicación del control y vigilancia, sino a través de
acuerdos con los habitantes en sus zonas de influencia; esos acuerdos
responden sobre todo a procesos al interior de las áreas ya
declaradas que se traslapan o se encuentran en inmediaciones de
territorios colectivos de comunidades étnicas.
Pero es bajo la
intención de la declaración de nuevas áreas que se
debe formular y poner en marcha una estrategia que implique una
construcción real de articulación entre la cultura
presente y las nuevas medidas que sobre el territorio se deben
implementar para garantizar la conservación.
Los
significados de la conservación, entendida como uso sustentable
de la naturaleza, no son nuevos; se trata de elementos esenciales de la
cosmovisión de las comunidades étnicas y de los que se
generan conocimiento y prácticas sociales respecto a los
recursos y al territorio. Sin embargo, la interacción entre los
conocimientos emanados de las ciencias del Estado, en los distintos
niveles de sus acciones y de estos «saberes», genera nuevas
significaciones que, a su vez, alimentan los sistemas de valores,
estereotipos, expectativas, usos y prácticas sociales, en las
cuales se debe indagar desde la perspectiva general de los procesos de
conciencia social y de las representaciones sociales de las culturas
locales, porque mientras las medidas de protección se alejen de
la realidad, los objetivos para la protección de la diversidad
biológica estarán cada vez más limitados.
Aunque es
casi innecesario mencionar que los disturbios y las medidas de control
son en general antrópicas, es importante contemplar que si bien
los sistemas naturales tienen sus propias dinámicas, los
sistemas sociales también; así, los términos
conservación, medio ambiente, área natural protegida y
otros, significan nociones nuevas o quizá polisémicas,
que son importantes en las representaciones sociales sobre ellas y el
modo en el que la población asocia, en su saber y conocimiento,
realidades muy diversas. El objetivo no es, sin embargo, estudiar esa
compleja realidad, sino una parte de ella, que es el «saber del
sentido común», o en otros términos, las
representaciones sociales (objeto social de conocimiento) en las que
convergen actitudes, creencias, prejuicios, expectativas y
prácticas de la comunidad respecto a la conservación y
las áreas protegidas.
Es
importante que las áreas protegidas como mecanismo de
conservación no se conviertan en una alternativa social para
frenar dinámicas de transformación ambiental ocasionadas
por proyectos sectoriales portuarios, mineros u otros.
Áreas protegidas y sus componentes. Un
área protegida es un proceso de conservación in situ que
debe contar con un proceso de ordenamiento interno e insertarse en el
ordenamiento territorial y además cumplir con objetivos de
conservación que finalmente medirán el éxito de la
iniciativa. El marco conceptual institucional de áreas
protegidas está determinado con claridad en la Ley 165 de 1994.
El Convenio
de Diversidad Biológica (CDB), define así un área
protegida «se entiende como un área definida
geográficamente que haya sido designada o regulada y
administrada a fin de alcanzar objetivos específicos de
conservación» (Artículo 2). Esta definición
pertenece al acuerdo mundial cuyo enfoque se refería a la
conservación y uso sostenible de la biodiversidad, mediante una
participación justa y equitativa de los beneficios derivados del
uso de los recursos, lo que implica niveles de gestión que se
justifican por su contribución a la conservación.
El concepto
de área protegida tal y como se concibe en la actualidad
está en esencia determinado por la creación del parque
nacional Yellowstone (1872) en Estados Unidos, que fue establecido con
el claro propósito de preservar a perpetuidad un área
natural e impedir que fuera objeto de ocupación humana y
explotación destructiva. Sin embargo, esa realidad
desconocía la realidad de naciones latinoamericanas donde la
ocupación de bastas extensiones naturales está asociada
con culturas prehispánicas y de procedencia histórica
africana que están siendo o ya son reconocidas en las
legislaciones nacionales.
Para 1962 durante
la primera conferencia mundial sobre parques se evidenció que la
denominación de parque natural tenía diferentes
significados y percepciones distintas en los países del mundo,
lo que permitió precisar criterios para los parques nacionales y
reservas equivalentes.
Si bien los
pasos metodológicos que llevan a la declaración de un
área protegida (caracterización, delimitación,
zonificación, plan de manejo, declaratoria) se encuentran
establecidos y contemplados en la norma7, la definición hasta la
fecha no permite determinar con debida exactitud cuáles son las
categorías que se pueden asignar a las áreas de
interés para la biodiversidad de acuerdo con los arreglos
naturales y qué lineamientos orientan su manejo. Vásquez
y Serrano (2009) consideraron 14 categorías de protección
aplicables en todo el territorio nacional8 aunque existen otras
categorías de manejo de áreas protegidas declaradas9.
Es
importante en este caso tener presente como lo describe Ponce de
León (2005) «el hecho de que un municipio determine en el
POT que una parte de su territorio se considera suelo de
protección, no constituye una declaración de área
protegida»; pues el ordenamiento determina las consideraciones
sobre el suelo e indica el interés de proteger; sin embargo, es
necesario después desarrollar las acciones de gestión que
garanticen la restricción de actividades que no contribuyan a la
conservación bien sea mediante la declaración de una
categoría de protección nacional, regional, municipal u
otro mecanismo de conservación.
Adicional a
las consideraciones específicas de las áreas protegidas,
existe en la áreas étnicas una distancia considerable
entre las categorías jurídicas y la aplicación de
los objetivos de manejo, lo que se sustenta sobre la relación
hombre-entorno que construyen las comunidades étnicas,
así como un desconocimiento de esos objetivos y una
vinculación insuficiente de los actores que contribuyen a la
gestión de las áreas.
El marco
conceptual determina la categoría de protección, de
acuerdo con las características naturales de las respectivas
áreas, para su adecuada administración y para el
cumplimiento de los objetivos señalados por la
conservación, que difieren de las percepciones y en ocasiones de
los planes que para las respectivas áreas tienen otros actores
de la región. La conservación no se debe convertir en
salvavidas, mediante las áreas protegidas, de un conjunto de
especies en un territorio en degradación; debe ser un modelo de
desarrollo planificado e incluyente. La zonificación no implica
que las partes del área reciban diferentes grados de
protección, sino que a cada una de ellas se debe dar un manejo
especial a fin de garantizar su perpetuación, regulando el uso y
funcionamiento de áreas con valores significativos para la
diversidad biológica a la cual se asocian en general formas de
desarrollo social, con lógicas que no sustentan su desarrollo en
el desmedido crecimiento económico pero sí en la
capacidad productiva del territorio.
CONSIDERACIONES FINALES
La importancia de
incluir a los actores y sus niveles de percepción respecto al
tema de la protección de áreas, es que logra englobar una
gestión para contribuir de manera efectiva con el desafío
de preservar la variedad global de todas las especies, los genes que
éstas contienen y los ecosistemas en que ocurren, que obedecena
unos patrones de distribución espacial.
La
representación social, como proceso de decodificación y
matriz de lectura de la realidad, puede contribuir a esclarecer la
dinámica de las relaciones entre las personas, el grupo social y
el medio biótico, mostrando el carácter sistémico
y complejo de las cuestiones relativas al medio ambiente y
ayudándonos a comprender las dinámicas que llevan a la
toma de posiciones de los diferentes actores, así como los
puntos de conflicto entre grupos sociales.
En las
iniciativas institucionales sigue estando ausente la visión que
integra al ambiente y la cultura que coexiste con la diversidad natural
de la región. Existe la necesidad de hacer un llamado a incluir
iniciativas comunitarias que promueven la diversidad de la
región sustentadas en la base del desarrollo de las comunidades.
La
iniciativa de declaración de un área protegida requiere
una valoración general que permita de manera clara establecer
los alcances y equilibrar el proceso de desarrollo. Ello implica
identificar elementos ausentes que se deberían incluir para
avanzar en la adopción y reconocimiento de las formas de
protección de la diversidad aplicadas por las instituciones y
por las poblaciones de la región, incluyendo los marcos legales
y realidades políticas de la región.
En la
visión de ordenamiento comunitario y perspectivas de desarrollo
local, deben hacer parte las áreas protegidas y las iniciativas
de conservación. Así, el proceso de creación es
una acción orientada a integrar a los diferentes actores que
forman parte de la gestión ambiental de los territorios, para
definir las estrategias que permitan cumplir con los fines de
conservación por medio de objetivos de interés mutuo. Con
ello se esclarece que el proceso va más allá de
identificar ecosistemas estratégicos que sustenten el
interés de conservación, lo que implica integrar
propósitos e intenciones que se generan en y para, un
área protegida.
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Lista de enlaces
Artículo en pdf
Pie de nota
1. Conceptos básicos de planeación y ordenamiento territorial 1998.
2. Representante ONIC.
3. «La importancia de la conservación de la diversidad
biológica no es sólo dentro de las áreas
protegidas sino también fuera de las mismas, asegurando la
utilización sostenible de todos los recursos naturales con miras
a lograr al 2010 una reducción significativa del ritmo de
pérdida de la diversidad biológica y, por tanto, insta
también a aplicar nuevos esfuerzos conducentes a integrar los
aspectos de la conservación y regeneración de la
diversidad biológica a las políticas y programas
sectoriales».
4. Áreas protegidas.
5. Carrizosa 2003. Territorio y sociedad.
6. Mediante el cual se reglamenta de manera parcial el Capítulo
V, Título II, Parte XIII del Decreto Ley 2811 de 1974 sobre el
Sistema de Parques Nacionales, Ley 23 de 1973 y la Ley 2 de 1959.
7. Decreto 622 de 1977.
8. Ver las Áreas Naturales de Colombia, 2009, Tabla 1.
Categorías de manejo para ANP establecidas en la normatividad
ambiental y aplicable en todo el territorio nacional. Pág. 11.
9. Ver las Áreas Naturales de Colombia, 2009, Págs. 12-15.
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