La participación de las mujeres negras en proyectos productivos en Bojayá, Chocó: problemáticas, resistencias y posibilidades

Participation of black women in productive projects in Bojayá, Chocó: problems, resistance, and possibilities

Luz América Lozano Mayo1, Wilmar Alexander Cano2


1   Grupo Investigadores Comunidades Étnicas y Saberes del Chocó Biogeográfico, Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP), Quibdó, Colombia.
2   Grupo de Investigación Medio Ambiente y Sociedad (MASO), Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.

    Autor correspondencia:   americosa29@yahoo.es

    Recepción: Julio 18, 2019     Aprobación: Octubre 11, 2019     Editor asociado: Ayala HJ     DOI: https://doi.org/10.51641/bioetnia.v17i1.257     PDF

Resumen


Este artículo tiene la intención de indagar sobre las diferentes instancias de participación de las mujeres negras de las comunidades de La Loma, Piedra Candela y Pogue en Bojayá (Chocó, Colombia). El texto analiza, por una parte, la forma como las mujeres negras se integran y participan en los proyectos e iniciativas de desarrollo productivo y rural, y por otra, los discursos y perspectivas que sustentan estas iniciativas productivas de desarrollo, así como las prácticas y estructuras socioculturales y económicas que estos proyectos reproducen o legitiman. Mediante diversas reuniones generales, talleres y entrevistas semiestructuradas con las mujeres negras de estas comunidades, se realiza una revisión y crítica de los conceptos de desarrollo, género y etnia en la medida en que su vinculación con proyectos asistencialistas y productivos en la región resulta problemática. El artículo muestra, primero, que muchos de estos proyectos están sustentados en concepciones desarrollistas y coloniales, pero también patriarcales en la medida en que asumen una representación de las mujeres negras como pasivas y víctimas de las condiciones socioeconómicas, y segundo, que los proyectos presentan problemas de base, pues son formulados de manera genérica, no tienen en cuentan las perspectivas de las mismas mujeres, lideresas o miembros de las comunidades, no son pertinentes para el territorio y no tienen continuidad, por lo que prontamente terminan desilusionando. No obstante, las mujeres negras asumen estos proyectos productivos como posibilidades de cambio y, por tanto, esperan impactos positivos y efectivos a mediano y largo plazo en el mejoramiento de sus condiciones de vida. El texto concluye con las nuevas oportunidades y posibilidades que se abren para las mujeres gracias a la apropiación y circulación por espacios no domésticos, las nuevas instancias de participación y toma de decisiones, y con la consecución de independencia financiera.

Palabras clave: Actividades productivas tradicionales, Comunidades étnicas, Desarrollo, Género, Mujeres negras, Proyectos productivos.

Abstract

This article intends to inquire about the different instances of participation of black women from the communities of La Loma, Piedra Candela and Pogue in Bojayá (Chocó, Colombia). The text analyzes, on the one hand, the way in which black women take part in productive and rural development projects and initiatives, and on the other, the narratives and perspectives that maintain these productive development initiatives, as well as the practices and sociocultural and economic structures that these projects reproduce or legitimize. Supported in different general meetings, workshops, and semi-structured interviews with black women from these communities, this paper reviews and critiques the concepts of development, gender, and ethnicity to the extent that their connection with welfare and productive projects in the region is problematic. First, it is shown that many of these projects are based on developmentalist and colonial conceptions, but also patriarchal insofar as they conceive a representation of black women as passive and victims of socioeconomic conditions, and second, that the projects have basic problems given they: are formulated in a generic way; do not take into account the perspectives of the women themselves -either leaders or members of the communities-; are not relevant to the territory; and do not have continuity, which is why they quickly end up in disappointing. Nevertheless, black women assume these productive projects as possibilities for change and, therefore, expect positive and effective impact in the medium and long term regarding the improvement of their living conditions. The article concludes with the new opportunities and possibilities that open for women thanks to the appropriation and circulation through non-domestic spaces, the new instances of participation and decision-making, and with the achievement of financial independence.
Keywords: Black women, Development, Ethnic communities, Gender, Productive projects, Traditional productive activities.

Introducción

Este artículo es el resultado del proyecto de investigación desarrollado por el componente sociocultural del Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP) “Evaluación del nivel de participación e incidencia en las dinámicas socioeconómicos de la mujer en los territorios colectivos de Bojayá (La Loma, Piedra Candela y Pogue, Chocó)”. Tuvo la intención de indagar sobre las diferentes instancias de participación de las mujeres negras de las comunidades negras de La Loma, Piedra Candela y Pogue, de Bojayá (Chocó), en los procesos organizativos de las comunidades negras y en los sistemas de producción y emprendimientos productivos. El proyecto surgió como iniciativa propia de las mujeres, pues en el año 2018 mientras el IIAP desarrollaba una investigación en estas localidades, fueron las mismas mujeres quienes propusieron que se adelantara un proceso de investigación sobre el rol e incidencia de ellas en sus territorios.

El tema de las mujeres negras viene adquiriendo fuerza en los estudios feministas, poscoloniales y en las epistemologías del sur. La representación de la mujer negra como un ser sumiso, débil y subordinado a la voluntad de los hombres y dependiente de ellos, cuya vida está destinada a las labores hogareñas y a tener hijos, es algo que inmediatamente se pone a prueba al comienzo de este tipo de investigaciones. Al parecer, se trata de una visión más occidentalizada, e incluso, una visión de los centros urbanos hegemónicos. Por esta razón, quisimos abordar estas representaciones, pero desde la voz de las mismas mujeres negras, tomando como foco de análisis la forma como ellas se integran y participan en los proyectos e iniciativas de desarrollo productivo y rural que adelantan estas comunidades, gestionados por instituciones estatales, entidades externas, ONG y/o asociaciones de la región.

En este sentido, la investigación se concentró en analizar los discursos y perspectivas que sustentan estas iniciativas productivas de desarrollo, así como las prácticas y estructuras socioculturales y económicas que estos proyectos reproducen o legitiman. Este artículo sostiene que las mujeres negras asumen estos proyectos productivos como posibilidades de desarrollo y cambio de sus condiciones de vida y, por tanto, esperan que estos proyectos tengan impactos positivos y efectivos a mediano y largo plazo en el mejoramiento de sus condiciones de vida, de sus familias y de sus comunidades; esto dice mucho de la magnitud de las expectativas que las mujeres y sus comunidades vuelcan sobre estas iniciativas desde el principio. Sin embargo, es infortunado el hecho de que muchas de estas expectativas de las mujeres terminan convirtiéndose en experiencias de desilusión y frustración, pues la mayoría de los proyectos no tienen continuidad, están mal formulados o, simplemente, sirven para legitimar acciones, o mostrar indicadores de cumplimiento de algunas entidades.

Proyectos de desarrollo y las mujeres negras: algunas aproximaciones conceptuales

Conceptos y prácticas del desarrollo. De acuerdo con los planteamientos críticos sobre el desarrollo por parte de Escobar (2007, 2012, 2014), Chakrabarty (2008) y Dube (2016, 2017), se puede encontrar una línea de continuidad entre los discursos y prácticas del desarrollo con las búsquedas de modernización que le acompañan. Los autores quieren evidenciar los contenidos, los agenciamientos, los meta-relatos y las narrativas que sustentan las prácticas y discursos del desarrollo: las bondades, la vinculación a la ciudadanía, el crecimiento de la democracia, la centralidad en la razón, el crecimiento económico, el bienestar social, entre muchos otros.

Lo más complejo, en nuestro caso de interés, es la visión según la cual lo tradicional, lo antiguo, debe darle paso a lo nuevo. Aquí se presenta una violencia epistémica y política, pues las comunidades étnicas y el mundo rural están vinculados directamente con procesos tradicionales, prácticas ancestrales, actividades artesanales, y demás, que indudablemente no compaginan con esta visión que reivindica a toda costa la instauración de lo nuevo y lo moderno: tecnología, tecnificación, vida urbana, bienes de consumo, trabajo asalariado, entre otros (Dube 2016).

¿Cómo comprender, dentro de estos discursos del desarrollo, a las comunidades étnicas rurales y campesinas? Como lo sostienen Chakrabarty (2008), Gnecco (2006), Gnecco y Zambrano (2000) y Piazzini (2006), una de las representaciones más complejas sobre la otredad, radica en la asunción del tiempo histórico. Occidente ha creado una violencia epistémica del tiempo (Gnecco 2006, Gnecco y Zambrano 2000) al concebir que entre más distante se está en el espacio, más distante se está en el tiempo, aquello que Fabian (1983) denominó la negación de la contemporaneidad: a pesar de estar en la misma época, hay comunidades y prácticas que están más atrás en el tiempo. De manera que se ejerce una violencia política, epistémica y cultural sobre las comunidades étnicas cuando se concibe que ellas habitan en otro tiempo, que están “atrasadas”, “rezagadas”, etc.

También se presenta el problema con el asistencialismo que sustentan estas políticas de desarrollo. El desarrollo es un modelo que debe seguirse a toda costa, por este motivo es común encontrar que las agencias e instituciones quieran mostrar el camino, buscando acompañar este proceso. De ahí que los programas y proyectos asistenciales indudablemente son productos de esta corriente (Escobar 2014, 2012), muchos de los cuales están enfocados en la atención y apoyo a comunidades rurales, campesinas y étnicas.

Precisamente, el caso se hace más complejo y contradictorio cuando se trata de los proyectos de desarrollo en comunidades étnicas. Por una parte, el Estado y los organismos internacionales promueven la existencia de las prácticas culturales, impulsan actividades económicas y fomentan el crecimiento de estas comunidades. Pero, por otra parte, impulsan políticas de desarrollo y buscan a toda costa la vinculación de estas comunidades al mercado y los flujos de intercambio internacional del capitalismo y la globalización mundial. Un ejemplo de esto es el apoyo estatal e institucional a los procesos étnicos, la titulación colectiva de tierras y la conformación de las comunidades negras como grupos étnicos en Colombia desde la década de 1990, mientras que, paralelamente, la región del Pacífico, y el Chocó en particular, estaban focalizados dentro de las políticas neoliberales de entrega y control de territorios para macro proyectos productivos de monocultivos como la palma, por ejemplo (Agudelo 2011, Baquero 2014, Basset et al. 2017).

Ahora bien, en el caso de las mujeres negras las cosas se complican todavía más. Escobar (2007) señala las dificultades y restricciones para que las mujeres sean pensadas dentro de las prácticas y políticas de desarrollo. Los estudios de Lozano (2010a, 2010b, 2016), Lamus (2008 y 2009) y Padilla (2006) ahondan en las limitaciones conceptuales para comprender el complejo mundo de las mujeres negras del Pacífico. Estas investigaciones señalan los problemas que se han presentado desde la década de 1980 con la presencia de los proyectos asistenciales, paternalistas o de desarrollo en la región. Las autoras sostienen que la mayoría de estos proyectos están sustentados en prácticas colonialistas, paternalistas y patriarcales.

Las teorías del desarrollo sostienen una visión de la mujer negra como una víctima pasiva de las condiciones estructurales, culturales y socioeconómicas de la sociedad. De ahí que se planteen discursos y posturas que fomentan acciones de apoyo y redención de estas mujeres, porque, según esto, por una parte, ellas necesitan cambiar sus condiciones de vida y, por otra, no son capaces de lograrlo por sí mismas (Lozano 2010a). En consecuencia, en estas perspectivas, las mujeres negras del Chocó quedan consideradas como sujetos pasivos, y no como actores sociales válidos.

Concepto de género o cómo pensar a las mujeres negras en el Pacífico colombiano. Este trabajo toma en consideración la perspectiva crítica frente al concepto de género que plantea Lozano (2010a). La autora sostiene que la historia del concepto de género se ha centrado en el cuestionamiento de la naturalización de la diferencia sexual a partir del sexo biológico como forma esencial de la identidad. En este sentido, el concepto de género realiza una escisión entre sexo y cultura, instaurando una visión según la cual las formas de ser hombres y mujeres están relacionadas con las expectativas culturales, las prácticas sociales en contextos, espacios y tiempos de una sociedad determinada, y en este sentido, es necesario reconocer las múltiples formas de ser hombre y ser mujer en cada cultura (Lozano 2010a). Ser mujer, por tanto, es una construcción cultural e histórica, donde lo biológico, lo “natural”, no esencializa ni determina los múltiples significados y formas de ser mujer para una sociedad específica (Montenegro 2002).

Existe una visión general, desde el Estado, e incluso las ciencias sociales, acerca de las mujeres negras del Pacífico como pobres, atrasadas, vulnerables, analfabetas, amas de casa, sumisas o hipersexualizadas. De acuerdo con Lozano (2010a), hay en esta representación una jugada colonialista que busca reducirlas a lo doméstico, a la sumisión y al sexo. De ahí que preguntar por la mujer negra en el Pacífico es algo complejo porque implica una triple exclusión: ser mujer, ser negra y ser pobre (Lamus 2008). En este sentido, Lozano (2010b) plantea que se presenta en este entronque no solo la condición de discriminación, sino un elemento fundamental para poder comprender a la mujer negra del Pacífico colombiano:

“La identidad de las mujeres negras colombianas está definida por el hecho de ser negras, en una sociedad mestiza discriminadora; pobres, en una sociedad de clases; y, mujeres, en una sociedad patriarcal (…) Somos mujeres negras empobrecidas históricamente, así que la articulación de todas estas categorías, sin jerarquías, es fundamental para dar cuenta del sujeto mujer negra”.

Esta representación está ligada tanto con la condición de colonialidad o pasado colonial -relacionada con las imágenes de la negritud, la herencia y las prácticas patriarcales- como también con el ámbito conceptual, pues precisamente, los conceptos de etnia y clase, así como la interrelación entre género, etnia y clase no se han abordado con suficiente profundidad desde las corrientes del feminismo y las ciencias sociales. Una de estas razones, según Lozano (2010a), se debe a que el feminismo ha sido principalmente blanco y occidental, es decir, ha sido planteado por mujeres europeas o estadounidenses que desconocen las condiciones particulares de las mujeres negras.

Así, Lozano (2016, 2010a,) plantea el entrecruzamiento fundamental que se presenta en Colombia entre género, etnia y clase social. Montenegro (2002) también llama la atención sobre la necesidad de que los estudios sobre género y mujeres se concentren en analizar la relación entre clase, etnia y pertenencia regional, pues “las mujeres solo pueden ser cabalmente conocidas analizando las complejidades sociales, étnicas, ideológicas y económicas” (Montenegro 2002). La invitación de Lozano (2010a, 2010b, 2016), Lamus (2008) y otras estudiosas de las mujeres negras en Colombia, es que se tenga en cuenta este entronque entre género, etnia, clase social, además el problema espacial de lo regional (el Pacífico colombiano) a la hora de buscar comprender a la mujer negra del Pacífico.

Adicionalmente, es necesario tener en cuenta dos elementos para estudiar a las mujeres negras en el Pacífico: el primero, estas mujeres padecen y han padecido empobrecimiento, discriminación racial, así como desplazamiento forzado y muchas son víctimas de la violencia, entre otras condiciones (Quiceno 2017 y 2014). Segundo, también es importante considerar que estas mujeres han creado múltiples y creativas manera de resistir, de luchar, de vivir, de sobrevivir y convivir en esta región. Se trata de mujeres empobrecidas, bajo sujeciones y omisiones estatales y de otros actores, pero que han desarrollado un conjunto de estrategias de movilización social, reconfiguración del territorio, aprovechamiento de los recursos naturales, vinculación a actividades productivas, participación en espacios de discusión y toma de decisión (Garcés 2011, Moreno 2015, González 2016).

Roles de género, las mujeres negras y el desarrollo en el Pacífico. El Pacífico es una región donde las relaciones y roles toman variadas formas, que implican un uso, movilidad y percepción del espacio, de manera diferenciada. Autoras como Motta (1995), Padilla (2006), Lozano (2016) y Lamus (2008) plantean que el Pacífico está constituido por seis lugares fundamentales, denominados “espacios de uso”, a saber: la playa, el mar, el manglar, el río o quebrada y el monte, los cuales están relacionados con los ecosistemas específicos, determinan las formas históricas del poblamiento de la región e inciden en las formas de sustento económico, usufructo y aprovechamiento de los recursos naturales.

Padilla (2006) y Lozano (2010a) afirman que estos espacios de uso están vinculados con los roles de género y la división del trabajo entre mujeres y hombres. Por su parte, las autoras Lozano (2010a, 2016) y Padilla (2006) hacen hincapié en que en el Pacífico se invierte la visión eurocéntrica y colonialista donde el hombre está representado con la cultura y la mujer con la naturaleza y lo salvaje, tal como se sostiene y se critica en las corrientes ecofeministas desde Puleo (2004, 2005), Bula (2010), Antón (2017). En el Pacífico, por el contrario, la mujer está vinculada con los espacios domésticos (la casa, el hogar), pero no en sentido determinantemente opresivo, sino como lugares atravesados por la cultura: lo doméstico no solo es reproductivo (procreación y cuidado de la familia), sino también productivo, pues el rol de la mujer es fundamental para transmitir saberes, favorecer la seguridad alimentaria de la familia, y la toma de decisiones sobre su territorio. En este sentido, es necesario llamar la atención sobre la importancia de las mujeres negras en la economía y la cultura afrocolombiana o negra en el Pacífico, pues muchas veces se ha desconocido su aporte, debido a la carencia de un enfoque de género adecuado.

Esta perspectiva permite comprender el lugar de la mujer negra en la cultura y la economía de la región. Por un lado, supera la visión del rol doméstico de la mujer negra como únicamente reproductivo y subordinado (Lozano 2010a), y por otro, como vamos a ver más adelante, las mujeres negras también participan, circulan y se apropian de otros espacios como la playa, el mar, el manglar, el río y el monte, lugares pensados y representados dicotómicamente como exclusivamente “masculinos”.

Proyectos de desarrollo productivo en Bojayá: la participación de las mujeres negras

El espacio y la geografía del municipio de Bojayá. Se encuentra vinculado con la cuenca hidrográfica del río Atrato en la región pacífica de Colombia. Su cabecera municipal, Bellavista, está geolocalizada a 6º 34’ 25’’ de latitud norte y 76º 54’ 28’’ de longitud occidente. De acuerdo con el POT del municipio, Bojayá está ubicado entre las subcuencas de los ríos Munguidó-Suruco y Bojayá-Aibí-Uva-Quía. El municipio tiene una extensión total de 3.693 km2. Su límite hacia el norte lo constituye Carmen del Darién, hacia el oriente con Vigía del Fuerte, hacia Occidente con Bahía Solano, y hacia el sur está ubicado Quibdó y Alto Baudó. Este municipio está relacionado geográficamente también con el área orográfica de la serranía del Baudó al occidente, por lo que está en medio de un área aluvial plana del río Atrato, y otra montañosa como la del Baudó. En general, Bojayá se encuentra dentro de la eco-región llamada Chocó Biogeográfico, motivo por el cual cuenta altos índices de biodiversidad y gran riqueza hídrica, forestal y mineral.

Estas características biofísicas y su ubicación geográfica hacen que el municipio de Bojayá dependa enteramente de las dinámicas hidrológicas de los ríos para su desenvolvimiento económico, social y cultural. Por ejemplo, las vías y formas de acceso están determinadas por el transporte fluvial. También las prácticas económicas y el uso del suelo dependen de esta dinámica. De ahí que la pesca, la agricultura y la explotación forestal sean las principales actividades que las comunidades implementan como formas de subsistencia.

Economía y actividades productivas. De acuerdo con el Plan de Desarrollo 2016-2019, Bojayá posee índices muy bajos de empleos formales, la dinámica económica está signada por la producción agrícola en menor escala, siendo esta a la que la mayor parte de la población se dedica. La baja tasa de empleabilidad formal en el municipio se ve atemperada por las prácticas de producción agropecuaria, de carácter informal, destinada básicamente a la subsistencia y al sustento diario. Igualmente, resulta diciente que el 99% de los trabajadores de este sector se consideren víctimas del conflicto armado. Por su parte, como se puede apreciar en la Figura 1, en el sector agropecuario, de 1.085 trabajadores encuestados por el Plan de Desarrollo Municipal (2016), el 32% son mujeres.



De acuerdo con los planes de desarrollo municipales (2012-2015 y 2016-2019) y la caracterización socioeconómica de Bojayá (PNUD 2015), la principal actividad económica del municipio es la producción agrícola, donde sobresalen los cultivos de plátano, yuca, arroz, caña y borojó; esta actividad reporta una dedicación de 3.251 personas. Otras actividades como la pesca, la cría de especies menores, la caza y la tala, también constituyen formas de subsistencia en Bojayá. En este caso, la demanda laboral está determinada por los ciclos productivos de los cultivos, de manera que el empleo y el ingreso económico resultan estacionales o temporales. El cultivo del plátano, como cultivo permanente y de mayor extensión en el municipio, constituye la actividad económica con mayor porcentaje de empleabilidad, seguida del cultivo de borojó (DANE 2018).

Por su parte, las actividades productivas en Bojayá están enmarcadas dentro de los sistemas productivos tradicionales, vinculados con la ancestralidad, los cuales son elementos legitimadores de la etnicidad de las comunidades negras (Domínguez 2015 y 2017). Se considera que estos sistemas están relacionados con su transmisión de generación en generación, la articulación entre actividades (cultivos y pesca por ejemplo) y son utilizados como estrategias complementarias de seguridad alimentaria de la familia, usos racionales del suelo y divisiones del trabajo.

Formas de organización étnica. De acuerdo con las características étnicas y la configuración territorial del Chocó, un elemento demográfico muy importante del municipio es su estructura étnica. Según el censo de 2005, la mitad de la población total pertenecía o se reconocía como comunidad negra (50,3%), mientras 43,7% se reconocía como indígena, lo que significa que el municipio contaba con más de 94% de población reconocida como comunidad étnica (PDM 2016-2019) (Figura 2).



De acuerdo con el Plan de Desarrollo de Bojayá 2012-2015, había 6.390 personas de comunidades negras en todo el territorio municipal y 4.471 indígenas (Figura 2). La existencia de estos grupos étnicos ha significado, por tanto, la configuración y apropiación colectiva del territorio mediante Títulos Colectivos de Comunidades Negras y Resguardos Indígenas, los cuales abarcan la mayor parte del municipio (Figura 3).



Mujeres negras y desarrollo

Proyectos de desarrollo para mujeres negras. La década de 1990 fue muy importante para la región pacífica de Colombia. Por un lado, se estaba consolidando la política multicultural y pluriétnica para la adquisición de títulos de territorios colectivos de comunidades negras, y por otro, el ingreso de proyectos de desarrollo y macroproyectos, que tenían, precisamente, intereses de control y apropiación de las tierras para consolidar estas iniciativas económicas (Lamus 2008).

Esta situación implicó, por tanto, una proliferación de programas desarrollistas en la región; muchos tenían como foco de atención también a las mujeres negras. En este sentido, Montenegro (2002) caracteriza dos tipologías de proyectos dirigidos al fomento de la asociatividad de las mujeres: uno de tipo productivo y otro relacionado con la identidad de la mujer negra en la comunidad. Lamus (2006) y Lozano (2010a) sostienen que los principales intereses de estos proyectos eran la autoestima, generación de ingresos, identidad étnica y de género, asistencia técnica, familia, salud, medicina tradicional; además salud, nutrición, atención infantil y viviendas. Asimismo, los programas de desarrollo buscaban atacar la baja productividad e informalidad laboral, motivo por el cual pretendían vincular a las mujeres negras a iniciativas como cultivo de hortalizas, modistería, cría y levante de especies menores (cerdos y pollos), panadería, artesanía, entre otros. Allí les brindaban asesorías, capacitaciones y posibilidades de créditos para llevar a cabo estos emprendimientos.
 

No obstante, también ha habido proyectos que no han querido solamente brindar herramientas para resolver necesidades básicas de las mujeres y sus familias, sino también constituirse en herramientas de cuestionamiento, reflexión y promoción de derechos de las mujeres, así como empoderamiento para la constitución de organizaciones o asociaciones de mujeres. De esta manera, estos proyectos de desarrollo también han tenido como consecuencia el fortalecimiento de las capacidades de asociatividad en las mujeres negras del Pacífico mediante la constitución y consolidación de cooperativas, asociaciones, fundaciones de mujeres:

“Proyectos enfocados en las llamadas necesidades prácticas con los enfoques de mujer y desarrollo pero que con la orientación feminista dada por las consultoras a cargo y con la experiencia política obtenida por las mujeres han permitido que se abran espacios de discusión que cuestionan los arreglos tradicionales de las relaciones de género (Lamus 2008).

Mujeres negras y actividades productivas. Varias investigaciones señalan la importancia de las prácticas agrícolas de las mujeres negras en el Pacífico para garantizar la seguridad alimentaria (Lozano 2010a, 2010b, 2016, Lamus 2008, Padilla 2006, Montenegro 2002). Los hombres realizan actividades relacionadas con la comercialización de los productos y usufructo de recurso del monte, tales como la tala, la cacería y la pesca; las mujeres negras, por su parte, se dedican a la producción agrícola en las parcelas y azoteas, el cultivo de plantas aromáticas y medicinales (Lozano 2016). Esta división permite garantizar la seguridad alimentaria de la familia, pues las actividades productivas se complementan con el trabajo tanto de hombres como de mujeres.

Ante este panorama, Lozano (2016) sostiene que en las actividades agrícolas todos los miembros de la familia participan, aunque sí hay labores o actividades específicas tanto para hombres como para mujeres. El asunto radica en que la mayoría de las veces estas divisiones resultan reflexibles, pues de acuerdo con el ciclo o condición particular de la comunidad o la labor, las personas se pueden repartir las diversas actividades. Aunque hay tareas que los hombres realizan con mayor frecuencia, no hay ninguna actividad agropecuaria que las mujeres no sientan que puedan hacer (Lozano 2016).

Empero, sí resultan más claras las diferencias de participación en las actividades cuando se trata de actividades hogareñas. Por ejemplo, existe una percepción generalizada entre los hombres negros de que lo doméstico es exclusivamente un espacio para las mujeres, motivo por el cual no lo realizan ni apoyan a las mujeres en tareas del hogar, tales como preparar alimentos, limpiar la casa, cuidar a los niños, etc.: “Lo cierto es que el hogar es un lugar de ‘no-trabajo’ para los hombres en tanto son muy pocos los espacios de no-trabajo para las mujeres (Lozano 2016).

Por su parte, las actividades de cultivo y agricultura también son importantes para la reafirmación de costumbres, prácticas culturales y la apropiación del territorio (Lozano 2016). Los cultivos caseros, las huertas y azoteas son, primero, un saber tradicional relacionado con el conocimiento femenino (Lozano 2010a), que se transmite de generación en generación a través de la historia oral y segundo, un saber territorial, pues como lo plantea Padilla (2006), permite vincular a las mujeres con el territorio a través del conocimiento de la naturaleza y las plantas, y reafirma su conexión con la tierra. Lozano (2016) lo plantea de esta manera:

“Las azoteas y huertos representan un saber ancestral de las mujeres, su preservación significa una gran inversión de trabajo, no siempre suficientemente reconocido y que garantiza la seguridad y la autonomía alimentaria de la comunidad. Si hay suficiente mano de obra, en la finca las mujeres se ocupan principalmente de la recolección y limpieza pero sino trabajan hombro a hombro con el marido sembrando, rozando y recolectando”.

Aquí cabe la pregunta: ¿los proyectos productivos son pertinentes desde un punto de vista feminista, teniendo en cuenta que muchas veces legitiman las actividades tradicionales y de subsistencia, así como roles de género dentro de la comunidad? Pero aquí es necesario separar la concepción de una vida simple y sostenible, basada en prácticas artesanales, de otras que son producto de los procesos de desposeimiento y la carencia. De manera que las economías de subsistencia son positivas en contextos donde contribuyen a la seguridad alimentaria, brindando posibilidades de acceso a alimentos, agua y recursos naturales, donde propenden por una mejor relación con la naturaleza y el territorio, y donde reafirman la solidaridad y la identidad sociocultural de las comunidades.

Proyectos productivos para mujeres negras en Bojayá

Características de los proyectos. En nuestro trabajo de campo realizado durante el 2019 en tres localidades de la cuenca del río Bojayá, a saber: La Loma, Piedra Candela y Pogue, se indagó acerca de los proyectos que tenían presencia en las localidades, sobre todo aquellos relacionados directamente con la participación de las mujeres. De esta manera, pudimos conocer sobre cómo se llevan a cabo algunos proyectos productivos en las comunidades.

Las entidades gubernamentales, las secretarías municipales y algunas asociaciones de productores del Chocó apoyan a las comunidades negras de Bojayá, mediante el desarrollo de proyectos productivos, que consisten en capacitaciones y asesorías técnicas, y la entrega de incentivos y/o insumos, herramientas y diversos utensilios, entre otros. Esto resulta de alguna manera beneficioso para las comunidades étnicas del municipio, teniendo en cuenta las carencias económicas, el bajo nivel de ingreso y los índices negativos de NBI, entre otros factores. La posibilidad de otros ingresos y/o el mejoramiento de prácticas productivas generan mucha expectativa en los pobladores locales de las comunidades negras.

Las interlocutoras señalaron que las iniciativas que llegan a las localidades son básicamente proyectos agropecuarios. Plantearon dos tipologías de estos proyectos. En primera instancia, aquellos dirigidos hacia la cría, engorde y aprovechamiento de especies menores, tales como pollos y gallinas ponedoras, y en algunos casos, cerdos; el segundo tipo son aquellos que fomentan prácticas agrícolas, básicamente de cultivos de plátano, hortalizas y plantas aromáticas y medicinales en las huertas y azoteas de los hogares. En general, todos estos proyectos productivos agropecuarios están constituidos por mujeres negras, aunque no estén formulados exclusivamente para ellas. El asunto es que son ellas las que más fácil se vinculan a estos, cosa que vamos a analizar en un momento.

En términos generales, estos proyectos se caracterizan por la vinculación de aproximadamente 20 mujeres de cada comunidad, a las que se les brinda unas primeras asesorías, se les da las especies (animales o las plantas) y los insumos (sobre todo el cuidado o abonos), y en algunos casos, herramientas. En las reuniones, las mujeres narraron que el principal proyecto actual es la cría y engorde de pollos. El proyecto vinculó a 20 mujeres, elegidas de acuerdo con el orden de inscripción; estos proyectos buscan darles oportunidad a muchas mujeres, por lo que intentan siempre vincular a mujeres distintas.

No obstante, inmediatamente aparecieron las reticencias y molestias por parte de la comunidad. Resulta muy interesante y diciente que, en el primer tópico, que buscaba caracterizar simplemente la existencia de proyectos y emprendimientos donde participaran las mujeres, de manera inmediata surja el asunto de “los problemas con estos proyectos productivos”. Aunque las comunidades agradecen este tipo de iniciativas, también se dan cuenta de los vacíos y las dificultades que estos proyectos tienen y generan en la comunidad.

Algunas problemáticas de los proyectos productivos. El principal problema que las comunidades perciben al respecto es que estos proyectos están pensados de manera genérica para todas las comunidades de Bojayá. Las interlocutoras hacen hincapié en que el mismo proyecto productivo de la cría y engorde de pollos, cuyo objetivo era la comercialización y obtención de algunos ingresos para las familias, se implementó de la misma manera en todas las comunidades negras de la cuenca del río Bojayá. Aquí sostienen que, si bien esta iniciativa fue muy aportante para las mujeres, lo cierto es que este proyecto no dio los resultados esperados y no tuvo ningún cambio significativo en sus condiciones de vida. Cuando las mujeres de la comunidad de La Loma, por ejemplo, intentaron vender los pollos, inmediatamente se dieron cuenta de que el mercado ya estaba saturado con este alimento.

Para empezar, dentro de la comunidad ya había varias mujeres que pertenecían al mismo proyecto e intentaban vender los productos allí mismo; en la misma comunidad es difícil que se venda todo porque la demanda es baja, debido a los pocos ingresos de los pobladores, la carencia de trabajos formales y las actividades de autosustento (cada familia tiene algunas gallinas, pollos, y cerdos), así que no demandan mucho este producto. Segundo, el intento de vender los pollos en otras localidades resultó aún más difícil, porque precisamente en las otras comunidades (Piedra Candela y Pogue, entre otras), también había mujeres que estaban vinculadas con este proyecto, y por tanto, igualmente estaban intentando vender sus productos. En otras palabras, se presentó una saturación del mercado para la comercialización del pollo, lo que generó que la demanda de este producto bajara en toda la cuenca del Bojayá. Esta situación llevó a que las mujeres participantes de estos proyectos incluso tuvieran que regalar los pollos, o venderlos a precios muy bajos, pues no había quién los comprara, ni en la propia comunidad, ni en localidades cercanas (Reunión con mujeres Comunidad La Loma-Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Mencionamos este ejemplo aquí porque pone en evidencia muchos elementos. Por ejemplo, inmediatamente surge la pregunta de por qué se plantea y gestiona un proyecto que se desarrolla de la misma manera en todas las comunidades de la cuenca, pero no se consideran las implicaciones de llevar a producir el mismo producto, ni que todas las mujeres realicen la misma actividad. Si es la misma cuenca, es evidente que, o los productos tienen que ser demandados y comercializados en la misma comunidad -lo que se sabe que no es posible-, o bien comercializar el producto en las otras comunidades cercanas -lo que implica por un lado gastos de transporte (que no están contemplados ni auspiciados por las entidades que desarrollan el proyecto), y por otro, que esos mercados están también saturados con la producción interna de las mujeres de esa comunidad.

Los interlocutores entonces sostienen varias conclusiones al respecto de esta experiencia. Primero, estos proyectos productivos están formulados de manera genérica e indiscriminada, porque no consideran las características especiales de cada comunidad, no estudian previamente cuál es la vocación productiva y tampoco analizan los gustos y características socioculturales de cada localidad. Si se hicieran proyectos diferenciados, en donde cada comunidad esté produciendo y participando de proyectos distintos, esto permitiría que los productos puedan ser comerciados tanto al interior de cada comunidad, como en otras, pues no estarían compitiendo con el mismo producto, y, por tanto, no habría saturación del mercado ni disminución de precios.

Las comunidades interpretan esta experiencia con los proyectos productivos no como un problema casual o contingente, sino como resultado de una condición característica, e incluso sistemática, de todos los proyectos que llegan a las comunidades: la falta de pertinencia para la comunidad. Para empezar, la comunidad no los pide (a pesar de que en una primera instancia los necesite), no se gestionan directamente con la comunidad, ni mucho menos se consulta a los líderes y las lideresas cuál es la forma más adecuada para llevarlos a cabo en el territorio. Los gestores simplemente asumen que estas iniciativas son indispensables en las comunidades, pero en realidad estas no tienen pertinencia territorial, cultural ni productiva, pues no se ha caracterizado las vocaciones, las dinámicas socioculturales y las posibilidades del mercado. De este modo, los interlocutores de las tres comunidades visitadas (La Loma, Piedra Candela y Pogue) plantean que muchos son proyectos inútiles, que solo dejan o entregan cosas que las comunidades realmente no necesitan. Así lo sostienen interlocutores de Piedra Candela y Pogue:

“traen herramientas y ¿para qué? Podemos llenar un bote con herramientas, queremos es que cuenten con nosotros...” (Reunión con mujeres de la comunidad Piedra Candela, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
“A ese proyecto no le fue bien aquí. El dirigente solo traía las herramientas, pero no daba plata para el proyecto.” (Reunión con mujeres comunidad Pogue, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Lo segundo, es que las comunidades interpretan que estos proyectos productivos están mal gestionados, y básicamente, están bajo intereses personales: algunas personas buscan quedarse con algunos recursos y dineros, y por ello envían los “peores insumos” para los animales, no brindan asesorías adecuadas, sino que “solo vienen a las comunidades una vez a tomar fotos como evidencias y a pedir firmas para demostrar que sí hicieron el proyecto, y que la gente está feliz”, tal como plantea una interlocutora de La Loma (entrevista mujer productora, La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Existe una percepción delicada al respecto. Si bien resulta muy complicado abordar el asunto del manejo de dinero, pues muchas veces se trata de rumores y “chismes” dentro de las comunidades, es cierto que es un tema demasiado recurrente en todas las reuniones y entrevistas. Una interlocutora de La Loma resume así su experiencia con la participación en proyectos productivos:

“hay proyectos que tienen plata y se la roban. Nunca sabemos con cuánta plata y materiales viene un proyecto, nunca lo dicen (…). No sabemos por qué hacemos las cosas, pues solo para llenar los bolsillos de otros, por eso la culpa es de nosotros” (Entrevista con mujer agricultora, Comunidad La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Tercero, la falta de continuidad de los proyectos. Llegan, duran 6 meses y luego se van. Las comunidades tienen claro que estos proyectos tienen unos tiempos y unos recursos específicos, pero ello no significa que los proyectos no deban dejar unas bases sólidas para que las iniciativas continúen por propia cuenta de las personas. La dificultad radica en los asuntos estructurales de estos proyectos. Por una parte, no hay el suficiente apoyo y acompañamiento a los procesos, pues los encargados pocas veces asisten a la comunidad, y solo van a cumplir tareas muy específicas o “llevarse las evidencias del proyecto” (fotografías y firmas), pero no hay la presencia constante ni la dedicación para lograr que estos proyectos continúen. La historia de los proyectos en estas localidades es la misma: llegan con la idea de fomentar y desarrollar iniciativas que puedan durar mucho tiempo y que después de que el proyecto termine pueda continuar por las mismas iniciativas comunitarias; esto es un discurso de entrada para interesar, y seguramente los gestores y activistas del proyecto tal vez en un primer momento lo crean, pero lo cierto es que el tiempo de duración de estas iniciativas está definido:

“dure lo que dure el proyecto (…) Siempre los proyectos quedan a medias, después de una pasar tanto trabajo” (Reunión con mujeres comunidad La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

En consecuencia, las personas involucradas no quedan ni con el interés ni con las herramientas necesarias para darle continuidad a estos emprendimientos: “si se acaba el cuido que ellos traen, entonces ¿cómo lo vamos nosotras por nuestra propia cuenta a conseguir?”. Aquí realmente resulta muy difícil que estas mujeres sigan consiguiendo los insumos y los elementos necesarios sin el apoyo de estos proyectos, teniendo en cuenta el costo del transporte de estos insumos y el problema de la comercialización del producto. Es que se convierte en una suerte de ciclo improductivo: se supone que, con el plante y los dineros obtenidos por la venta de los productos, las mujeres pueden reinvertirlos para seguir haciéndolo por su propia cuenta, cuando el proyecto termine, pero ¿cómo hacerlo si precisamente ellas no han podido comercializar el producto debido a la sobreoferta en la misma cuenca?

La misma situación ocurre con la comunidad de Piedra Candela. El proyecto de cría y engorde de pollo, por ejemplo, estaba comprometido con dar las especies y los insumos, tales como el cuido, “pero en el momento en que dejaron de darlo, entonces inmediatamente el proyecto se cayó, porque ¿de dónde iba a sacar plata las mujeres para comprar y transportar ese alimento? (Reunión con mujeres comunidad Piedra Candela, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Como lo planteamos más arriba, el otro tipo de proyectos productivos que se desarrollan en Bojayá son aquellos relacionados con el incentivo de prácticas agrícolas de autoconsumo y comercialización a pequeña escala. Para las mujeres, estos proyectos se han caracterizado por el apoyo para la construcción de huertas caseras y azoteas para el cultivo de hortalizas y plantas aromáticas- medicinales. Se trata de esfuerzos institucionales que buscan reforzar la participación económica, fortalecer la seguridad alimentaria de las familias y mejorar las condiciones de vida de las mujeres de la cuenca de Bojayá. Empero, son iniciativas que, como pasa con los proyectos pecuarios relacionados con la cría, cuidado y comercialización de especies menores, también adolecen de algunas problemáticas que son señaladas por las y los interlocutores de las comunidades involucradas en estos.

En caso de La Loma, los proyectos se concentraron en fomentar el cultivo de la vija, por ejemplo. De acuerdo con las interlocutoras, el proyecto daba las semillas de la vija, con la intención de que las participantes pudieran venderla. Sin embargo, varias mujeres manifestaron que el proyecto no daba más que las semillas; ni abono, ni asesoría, ni apoyo a la comercialización. Actualmente, todos los cultivos de esta planta se están perdiendo en la localidad. Por otro lado, también estaba la construcción de azoteas, donde las mujeres pudieran cultivar cebollas, tomate, pimienta, ají criollo, etc. Las mujeres plantearon que participaron, porque así no tendrían que comprar estos productos en las tiendas. Pero como ocurre con todos los proyectos, este no continuó y la mayoría de las azoteas se están perdiendo. Una interlocutora de La Loma plantea lo siguiente sobre los gestores del proyecto:

“ellos no quieren si no aprovecharse de uno, vienen a la comunidad disque a asesorar y ver cómo continuar con el proyecto, pero solo quieren llevarse evidencias; como mi azotea es la más bonita de todas, vienen solo a tomar fotos, solo les interesa tomar evidencia de cómo quedó la azotea para mostrar, toman fotos, pero nada más, no les interesa saber cómo continuará el proyecto” (Reunión con mujeres comunidad La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Esta interlocutora actualmente tiene la azotea porque ve en ella una forma de obtener algunos recursos. Cada fin de semana va al lugar, saca algunos racimos de cilantro chocoano, laurel y otras plantas aromáticas, las envuelve en rollos, y vende cada uno a aproximadamente $2.000. Pero con esto apenas obtiene dinero para algunos días, pues no siempre compran y la azotea tampoco da todos los días.

Mujeres negras y empoderamiento en Bojayá

Estas experiencias muestran un elemento clave en la configuración de las mujeres negras dentro de las comunidades étnicas: su participación es cada vez más activa y sus procesos de independencia y autonomía son cada vez más sólidos. La participación brinda herramientas para toma de decisiones y para la resistencia a condiciones estructurales de división del trabajo, roles de géneros y relaciones socioeconómicas.

En el trabajo de campo evidenciamos que la posibilidad de conseguir dinero reconfigura un poco las relaciones sociales y familiares en las comunidades de Bojayá. La mayoría de las mujeres no dependen del “marido” para que ingrese recursos a la casa, sino que ellas mismas “se las rebuscan”, y a pesar de las limitaciones, ellas tienen la posibilidad de obtener dinero. Este cambio es sobre todo señalado por los hombres, quienes, desde su perspectiva, plantean que ya a las mujeres les gusta mucho tener y conseguir plata, no como antes cuando dependían de los ingresos que ellos traían. Así lo plantea un hombre en una reunión en Piedra Candela: “El plátano, a las mujeres les gusta cultivarlo, les gusta ahora porque a la mujer le gusta ahora tener su plata en el bolsillo”. Al respecto de ese comentario, inmediatamente una interlocutora cuenta su experiencia con la independencia y el manejo del dinero:

“Desde pequeñas hemos tenido independencia, no nos gusta depender de nadie (…) desde pequeña me iba para el monte a buscar para conseguir plata... Ahora mis hijos se quedan en la casa cuidándose entre ellos... Ya no dependemos del hombre; cómo es de maluco que uno le diga: ‘que dame 5.000’ y que él diga ‘¿y para qué?’ Eso es mejor uno tener su propia plata” (Reunión comunidad Piedra Candela, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Como hemos visto hasta el momento, los proyectos y las iniciativas que se llevan a cabo dentro de las comunidades son liderados y desarrollados en su mayoría por las mujeres. Por ello quisimos saber cuál era la percepción sobre por qué son las mujeres quienes más participan en estos proyectos. En primera instancia, las mujeres reconocen que se trata del uso del tiempo y del espacio social. Como muchas de ellas están más tiempo en el hogar, pueden disponer más fácilmente de algunos momentos para asistir a capacitaciones, talleres y emprendimientos, e igualmente realizar sus tareas domésticas y agropecuarias sin muchos percances, mientras que la mayoría de los hombres están en el monte, entonces a ellos les resulta más difícil estar pendientes de estos proyectos. “Las actividades en la casa nos permiten hacer más cosas y manejar el tiempo, mientras que los hombres no” (Entrevista a mujer “allegada” La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Otra razón, según la óptica de las mujeres, es que los hombres siempre mantienen una premura con todo, por ello no les dedican mucho tiempo a estos procesos, como la mayoría de los proyectos que llegan, pues algunos duran semanas e incluso algunos meses. Así lo plantea una interlocutora propietaria de una tienda en La Loma, Bojayá:

“Las mujeres participamos más porque tenemos más espacio y tiempo, el que ha dejado los hombres (…) También porque tenemos más iniciativa y dedicación a un proyecto a largo plazo o alcance, vamos a capacitaciones, sacamos el tiempo, dedicamos más, los hombres no” (Entrevista a mujer tendera La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Las mismas mujeres negras en sus discursos plantean continuamente la importancia de la participación que tanto hombres como mujeres tienen en la comunidad. Muchos de los discursos de las mujeres de Bojayá están basados en la equiparación de los esfuerzos de hombres y mujeres, o en todo caso, en la contraposición a la ubicación de las mujeres exclusivamente en los espacios del hogar. Las mujeres trabajan a la par que los hombres. Ellas quieren romper esa concepción de que las mujeres solo se quedan en el hogar cuidando los hijos y las huertas caseras: el monte no es solo para los hombres, sino que a las mujeres también les gusta ir a trabajar allá. De este modo lo plantea una mujer en Piedra Candela:

“Acá a las mujeres nos gusta es su monte, o sea, los cultivos, cría de animales (gallinas, cerdos), siembra de yuca, plátano, pescar…” (Reunión comunidad Piedra Candela, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).

Conclusiones

Este texto quiso abordar la compleja participación de las mujeres negras en los proyectos productivos que llegan a Bojayá, centrando la atención en las comunidades de La Loma, Piedra Caliente y Pogue, ubicadas en la cuenca del río Bojayá. En el trabajo de campo, mediante entrevistas y reuniones con las interlocutoras principales, pudimos aproximarnos a algunas de las principales características de estos proyectos de desarrollo, las divisiones de trabajo, los roles de género, así como las dificultades, pero también las posibilidades y formas de empoderamiento que han abierto estos proyectos productivos en las comunidades étnicas.

En torno a las actividades productivas que al parecer son muy esquemáticas conceptualmente, la experiencia de campo demostró que las mujeres negras desarrollan múltiples tareas y por ello mismo son vitales no solo para el sostenimiento de la familia y para garantizar la seguridad alimentaria, sino también como soporte fundamental para la producción y reproducción de la cultura. Las mujeres negras no están exclusivamente vinculadas a lo doméstico y el hogar. Antes bien, han venido configurando otros espacios de desarrollo y apropiación como el monte y el río, han adquirido independencia económica mediante el trabajo de la agricultura, sin que ello implique necesariamente que se desliguen de esa relación como sustento del hogar: muchas de las mujeres negras siguen siendo las “jefas de hogar” y los pilares de la seguridad alimentaria de toda la familia.

Uno de los principales reclamos de las comunidades radica en que los proyectos están gestionados e impuestos “desde arriba”, desde las oficinas; son iniciativas genéricas que se implantan en todas las comunidades como “paños de agua tibia”, pues no son ni sólidos ni eficaces. Las comunidades negras plantean que estas iniciativas no son pertinentes para la vocación productiva, ni para las dinámicas regionales de la cuenca porque no consideran las características socioculturales, económicas y ecológicas específicas de cada una de las comunidades negras. De ahí que fracasen de manera acelerada, que no tengan impactos a largo plazo, ni logren que las comunidades se apropien de manera autónoma de estos proyectos.

No obstante, es importante también reconocer las posibilidades que han abierto tanto los procesos comunitarios, como los proyectos productivos en Bojayá. La participación de la mujer en la toma de decisiones, en la vocería y la confrontación dentro de los talleres, asesorías y capacitaciones, la apertura de otros lugares e instancia de participación, como la política, la agricultura en el monte, los accesos a actividades económicas, etc., brindan libertad y autonomía económica e, indudablemente significan posibilidades de resistencia y actuación ante las estructuras de poder como el machismo, el conflicto armado y la violencia en la región. Seguramente, entre más conocimiento de los derechos y más participación en distintos espacios sociales que la mujer tenga, entonces mayores procesos de lucha y reconocimiento se van a dar.

Por estas razones, estos proyectos no solo deben permitir y fomentar la participación de las mujeres negras, sino también incentivar la toma de decisiones, y, sobre todo, gestionarse de la mano de las mujeres, pues la mayoría de estos proyectos llegan ya formulados y listos para ser implementados de manera genérica en cada comunidad.

Finalmente, es necesario realizar una revisión de los conceptos con que se intenta comprender a las mujeres negras en Chocó: las mujeres negras también son imaginativas, creadoras, participativas, deliberantes, claves no solo para permitir la seguridad alimentaria de sus familias, sino también para construir y proyectar la cultura de sus comunidades en sus territorios étnicos.

Literatura citada