La
participación de las mujeres negras en proyectos productivos en
Bojayá, Chocó: problemáticas, resistencias y
posibilidades
Participation of black women in productive projects in Bojayá, Chocó: problems, resistance, and possibilities
Luz América Lozano Mayo1, Wilmar Alexander Cano2
1 Grupo Investigadores
Comunidades Étnicas y Saberes del Chocó
Biogeográfico, Instituto de Investigaciones Ambientales del
Pacífico (IIAP), Quibdó, Colombia.
2 Grupo de Investigación Medio Ambiente y
Sociedad (MASO), Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia.
Autor correspondencia: americosa29@yahoo.es
Recepción: Julio 18, 2019
Aprobación: Octubre 11, 2019 Editor asociado:
Ayala HJ DOI: https://doi.org/10.51641/bioetnia.v17i1.257 PDF
Resumen
Este
artículo tiene la intención de indagar sobre las
diferentes instancias de participación de las mujeres negras de
las comunidades de La Loma, Piedra Candela y Pogue en Bojayá
(Chocó, Colombia). El texto analiza, por una parte, la forma
como las mujeres negras se integran y participan en los proyectos e
iniciativas de desarrollo productivo y rural, y por otra, los discursos
y perspectivas que sustentan estas iniciativas productivas de
desarrollo, así como las prácticas y estructuras
socioculturales y económicas que estos proyectos reproducen o
legitiman. Mediante diversas reuniones generales, talleres y
entrevistas semiestructuradas con las mujeres negras de estas
comunidades, se realiza una revisión y crítica de los
conceptos de desarrollo, género y etnia en la medida en que su
vinculación con proyectos asistencialistas y productivos en la
región resulta problemática. El artículo muestra,
primero, que muchos de estos proyectos están sustentados en
concepciones desarrollistas y coloniales, pero también
patriarcales en la medida en que asumen una representación de
las mujeres negras como pasivas y víctimas de las condiciones
socioeconómicas, y segundo, que los proyectos presentan
problemas de base, pues son formulados de manera genérica, no
tienen en cuentan las perspectivas de las mismas mujeres, lideresas o
miembros de las comunidades, no son pertinentes para el territorio y no
tienen continuidad, por lo que prontamente terminan desilusionando. No
obstante, las mujeres negras asumen estos proyectos productivos como
posibilidades de cambio y, por tanto, esperan impactos positivos y
efectivos a mediano y largo plazo en el mejoramiento de sus condiciones
de vida. El texto concluye con las nuevas oportunidades y posibilidades
que se abren para las mujeres gracias a la apropiación y
circulación por espacios no domésticos, las nuevas
instancias de participación y toma de decisiones, y con la
consecución de independencia financiera.
Palabras clave: Actividades
productivas tradicionales, Comunidades étnicas, Desarrollo,
Género, Mujeres negras, Proyectos productivos.
Abstract
This article
intends to inquire about the different instances of participation of
black women from the communities of La Loma, Piedra Candela and Pogue
in Bojayá (Chocó, Colombia). The text analyzes, on the
one hand, the way in which black women take part in productive and
rural development projects and initiatives, and on the other, the
narratives and perspectives that maintain these productive development
initiatives, as well as the practices and sociocultural and economic
structures that these projects reproduce or legitimize. Supported in
different general meetings, workshops, and semi-structured interviews
with black women from these communities, this paper reviews and
critiques the concepts of development, gender, and ethnicity to the
extent that their connection with welfare and productive projects in
the region is problematic. First, it is shown that many of these
projects are based on developmentalist and colonial conceptions, but
also patriarchal insofar as they conceive a representation of black
women as passive and victims of socioeconomic conditions, and second,
that the projects have basic problems given they: are formulated in a
generic way; do not take into account the perspectives of the women
themselves -either leaders or members of the communities-; are not
relevant to the territory; and do not have continuity, which is why
they quickly end up in disappointing. Nevertheless, black women assume
these productive projects as possibilities for change and, therefore,
expect positive and effective impact in the medium and long term
regarding the improvement of their living conditions. The article
concludes with the new opportunities and possibilities that open for
women thanks to the appropriation and circulation through non-domestic
spaces, the new instances of participation and decision-making, and
with the achievement of financial independence.
Keywords: Black women, Development, Ethnic communities, Gender, Productive projects, Traditional productive activities.
Introducción
Este
artículo es el resultado del proyecto de investigación
desarrollado por el componente sociocultural del Instituto de
Investigaciones Ambientales del Pacífico (IIAP)
“Evaluación del nivel de participación e incidencia
en las dinámicas socioeconómicos de la mujer en los
territorios colectivos de Bojayá (La Loma, Piedra Candela y
Pogue, Chocó)”. Tuvo la intención de indagar sobre
las diferentes instancias de participación de las mujeres negras
de las comunidades negras de La Loma, Piedra Candela y Pogue, de
Bojayá (Chocó), en los procesos organizativos de las
comunidades negras y en los sistemas de producción y
emprendimientos productivos. El proyecto surgió como iniciativa
propia de las mujeres, pues en el año 2018 mientras el IIAP
desarrollaba una investigación en estas localidades, fueron las
mismas mujeres quienes propusieron que se adelantara un proceso de
investigación sobre el rol e incidencia de ellas en sus
territorios.
El tema
de las mujeres negras viene adquiriendo fuerza en los estudios
feministas, poscoloniales y en las epistemologías del sur. La
representación de la mujer negra como un ser sumiso,
débil y subordinado a la voluntad de los hombres y dependiente
de ellos, cuya vida está destinada a las labores
hogareñas y a tener hijos, es algo que inmediatamente se pone a
prueba al comienzo de este tipo de investigaciones. Al parecer, se
trata de una visión más occidentalizada, e incluso, una
visión de los centros urbanos hegemónicos. Por esta
razón, quisimos abordar estas representaciones, pero desde la
voz de las mismas mujeres negras, tomando como foco de análisis
la forma como ellas se integran y participan en los proyectos e
iniciativas de desarrollo productivo y rural que adelantan estas
comunidades, gestionados por instituciones estatales, entidades
externas, ONG y/o asociaciones de la región.
En este
sentido, la investigación se concentró en analizar los
discursos y perspectivas que sustentan estas iniciativas productivas de
desarrollo, así como las prácticas y estructuras
socioculturales y económicas que estos proyectos reproducen o
legitiman. Este artículo sostiene que las mujeres negras asumen
estos proyectos productivos como posibilidades de desarrollo y cambio
de sus condiciones de vida y, por tanto, esperan que estos proyectos
tengan impactos positivos y efectivos a mediano y largo plazo en el
mejoramiento de sus condiciones de vida, de sus familias y de sus
comunidades; esto dice mucho de la magnitud de las expectativas que las
mujeres y sus comunidades vuelcan sobre estas iniciativas desde el
principio. Sin embargo, es infortunado el hecho de que muchas de estas
expectativas de las mujeres terminan convirtiéndose en
experiencias de desilusión y frustración, pues la
mayoría de los proyectos no tienen continuidad, están mal
formulados o, simplemente, sirven para legitimar acciones, o mostrar
indicadores de cumplimiento de algunas entidades.
Proyectos de desarrollo y las mujeres negras: algunas aproximaciones conceptuales
Conceptos y prácticas del desarrollo.
De acuerdo con los planteamientos críticos sobre el desarrollo
por parte de Escobar (2007, 2012, 2014), Chakrabarty (2008) y Dube
(2016, 2017), se puede encontrar una línea de continuidad entre
los discursos y prácticas del desarrollo con las
búsquedas de modernización que le acompañan. Los
autores quieren evidenciar los contenidos, los agenciamientos, los
meta-relatos y las narrativas que sustentan las prácticas y
discursos del desarrollo: las bondades, la vinculación a la
ciudadanía, el crecimiento de la democracia, la centralidad en
la razón, el crecimiento económico, el bienestar social,
entre muchos otros.
Lo
más complejo, en nuestro caso de interés, es la
visión según la cual lo tradicional, lo antiguo, debe
darle paso a lo nuevo. Aquí se presenta una violencia
epistémica y política, pues las comunidades
étnicas y el mundo rural están vinculados directamente
con procesos tradicionales, prácticas ancestrales, actividades
artesanales, y demás, que indudablemente no compaginan con esta
visión que reivindica a toda costa la instauración de lo
nuevo y lo moderno: tecnología, tecnificación, vida
urbana, bienes de consumo, trabajo asalariado, entre otros (Dube 2016).
¿Cómo
comprender, dentro de estos discursos del desarrollo, a las comunidades
étnicas rurales y campesinas? Como lo sostienen Chakrabarty
(2008), Gnecco (2006), Gnecco y Zambrano (2000) y Piazzini (2006), una
de las representaciones más complejas sobre la otredad, radica
en la asunción del tiempo histórico. Occidente ha creado
una violencia epistémica del tiempo (Gnecco 2006, Gnecco y
Zambrano 2000) al concebir que entre más distante se está
en el espacio, más distante se está en el tiempo, aquello
que Fabian (1983) denominó la negación de la
contemporaneidad: a pesar de estar en la misma época, hay
comunidades y prácticas que están más atrás
en el tiempo. De manera que se ejerce una violencia política,
epistémica y cultural sobre las comunidades étnicas
cuando se concibe que ellas habitan en otro tiempo, que están
“atrasadas”, “rezagadas”, etc.
También
se presenta el problema con el asistencialismo que sustentan estas
políticas de desarrollo. El desarrollo es un modelo que debe
seguirse a toda costa, por este motivo es común encontrar que
las agencias e instituciones quieran mostrar el camino, buscando
acompañar este proceso. De ahí que los programas y
proyectos asistenciales indudablemente son productos de esta corriente
(Escobar 2014, 2012), muchos de los cuales están enfocados en la
atención y apoyo a comunidades rurales, campesinas y
étnicas.
Precisamente,
el caso se hace más complejo y contradictorio cuando se trata de
los proyectos de desarrollo en comunidades étnicas. Por una
parte, el Estado y los organismos internacionales promueven la
existencia de las prácticas culturales, impulsan actividades
económicas y fomentan el crecimiento de estas comunidades. Pero,
por otra parte, impulsan políticas de desarrollo y buscan a toda
costa la vinculación de estas comunidades al mercado y los
flujos de intercambio internacional del capitalismo y la
globalización mundial. Un ejemplo de esto es el apoyo estatal e
institucional a los procesos étnicos, la titulación
colectiva de tierras y la conformación de las comunidades negras
como grupos étnicos en Colombia desde la década de 1990,
mientras que, paralelamente, la región del Pacífico, y el
Chocó en particular, estaban focalizados dentro de las
políticas neoliberales de entrega y control de territorios para
macro proyectos productivos de monocultivos como la palma, por ejemplo
(Agudelo 2011, Baquero 2014, Basset et al. 2017).
Ahora
bien, en el caso de las mujeres negras las cosas se complican
todavía más. Escobar (2007) señala las
dificultades y restricciones para que las mujeres sean pensadas dentro
de las prácticas y políticas de desarrollo. Los estudios
de Lozano (2010a, 2010b, 2016), Lamus (2008 y 2009) y Padilla (2006)
ahondan en las limitaciones conceptuales para comprender el complejo
mundo de las mujeres negras del Pacífico. Estas investigaciones
señalan los problemas que se han presentado desde la
década de 1980 con la presencia de los proyectos asistenciales,
paternalistas o de desarrollo en la región. Las autoras
sostienen que la mayoría de estos proyectos están
sustentados en prácticas colonialistas, paternalistas y
patriarcales.
Las
teorías del desarrollo sostienen una visión de la mujer
negra como una víctima pasiva de las condiciones estructurales,
culturales y socioeconómicas de la sociedad. De ahí que
se planteen discursos y posturas que fomentan acciones de apoyo y
redención de estas mujeres, porque, según esto, por una
parte, ellas necesitan cambiar sus condiciones de vida y, por otra, no
son capaces de lograrlo por sí mismas (Lozano 2010a). En
consecuencia, en estas perspectivas, las mujeres negras del
Chocó quedan consideradas como sujetos pasivos, y no como
actores sociales válidos.
Concepto de género o cómo pensar a las mujeres negras en el Pacífico colombiano. Este
trabajo toma en consideración la perspectiva crítica
frente al concepto de género que plantea Lozano (2010a). La
autora sostiene que la historia del concepto de género se ha
centrado en el cuestionamiento de la naturalización de la
diferencia sexual a partir del sexo biológico como forma
esencial de la identidad. En este sentido, el concepto de género
realiza una escisión entre sexo y cultura, instaurando una
visión según la cual las formas de ser hombres y mujeres
están relacionadas con las expectativas culturales, las
prácticas sociales en contextos, espacios y tiempos de una
sociedad determinada, y en este sentido, es necesario reconocer las
múltiples formas de ser hombre y ser mujer en cada cultura
(Lozano 2010a). Ser mujer, por tanto, es una construcción
cultural e histórica, donde lo biológico, lo
“natural”, no esencializa ni determina los múltiples
significados y formas de ser mujer para una sociedad específica
(Montenegro 2002).
Existe
una visión general, desde el Estado, e incluso las ciencias
sociales, acerca de las mujeres negras del Pacífico como pobres,
atrasadas, vulnerables, analfabetas, amas de casa, sumisas o
hipersexualizadas. De acuerdo con Lozano (2010a), hay en esta
representación una jugada colonialista que busca reducirlas a lo
doméstico, a la sumisión y al sexo. De ahí que
preguntar por la mujer negra en el Pacífico es algo complejo
porque implica una triple exclusión: ser mujer, ser negra y ser
pobre (Lamus 2008). En este sentido, Lozano (2010b) plantea que se
presenta en este entronque no solo la condición de
discriminación, sino un elemento fundamental para poder
comprender a la mujer negra del Pacífico colombiano:
“La
identidad de las mujeres negras colombianas está definida por el
hecho de ser negras, en una sociedad mestiza discriminadora; pobres, en
una sociedad de clases; y, mujeres, en una sociedad patriarcal
(…) Somos mujeres negras empobrecidas históricamente,
así que la articulación de todas estas categorías,
sin jerarquías, es fundamental para dar cuenta del sujeto mujer
negra”.
Esta
representación está ligada tanto con la condición
de colonialidad o pasado colonial -relacionada con las imágenes
de la negritud, la herencia y las prácticas patriarcales- como
también con el ámbito conceptual, pues precisamente, los
conceptos de etnia y clase, así como la interrelación
entre género, etnia y clase no se han abordado con suficiente
profundidad desde las corrientes del feminismo y las ciencias sociales.
Una de estas razones, según Lozano (2010a), se debe a que el
feminismo ha sido principalmente blanco y occidental, es decir, ha sido
planteado por mujeres europeas o estadounidenses que desconocen las
condiciones particulares de las mujeres negras.
Así,
Lozano (2016, 2010a,) plantea el entrecruzamiento fundamental que se
presenta en Colombia entre género, etnia y clase social.
Montenegro (2002) también llama la atención sobre la
necesidad de que los estudios sobre género y mujeres se
concentren en analizar la relación entre clase, etnia y
pertenencia regional, pues “las mujeres solo pueden ser
cabalmente conocidas analizando las complejidades sociales,
étnicas, ideológicas y económicas”
(Montenegro 2002). La invitación de Lozano (2010a, 2010b, 2016),
Lamus (2008) y otras estudiosas de las mujeres negras en Colombia, es
que se tenga en cuenta este entronque entre género, etnia, clase
social, además el problema espacial de lo regional (el
Pacífico colombiano) a la hora de buscar comprender a la mujer
negra del Pacífico.
Adicionalmente,
es necesario tener en cuenta dos elementos para estudiar a las mujeres
negras en el Pacífico: el primero, estas mujeres padecen y han
padecido empobrecimiento, discriminación racial, así como
desplazamiento forzado y muchas son víctimas de la violencia,
entre otras condiciones (Quiceno 2017 y 2014). Segundo, también
es importante considerar que estas mujeres han creado múltiples
y creativas manera de resistir, de luchar, de vivir, de sobrevivir y
convivir en esta región. Se trata de mujeres empobrecidas, bajo
sujeciones y omisiones estatales y de otros actores, pero que han
desarrollado un conjunto de estrategias de movilización social,
reconfiguración del territorio, aprovechamiento de los recursos
naturales, vinculación a actividades productivas,
participación en espacios de discusión y toma de
decisión (Garcés 2011, Moreno 2015, González 2016).
Roles de género, las mujeres negras y el desarrollo en el Pacífico. El
Pacífico es una región donde las relaciones y roles toman
variadas formas, que implican un uso, movilidad y percepción del
espacio, de manera diferenciada. Autoras como Motta (1995), Padilla
(2006), Lozano (2016) y Lamus (2008) plantean que el Pacífico
está constituido por seis lugares fundamentales, denominados
“espacios de uso”, a saber: la playa, el mar, el manglar,
el río o quebrada y el monte, los cuales están
relacionados con los ecosistemas específicos, determinan las
formas históricas del poblamiento de la región e inciden
en las formas de sustento económico, usufructo y aprovechamiento
de los recursos naturales.
Padilla
(2006) y Lozano (2010a) afirman que estos espacios de uso están
vinculados con los roles de género y la división del
trabajo entre mujeres y hombres. Por su parte, las autoras Lozano
(2010a, 2016) y Padilla (2006) hacen hincapié en que en el
Pacífico se invierte la visión eurocéntrica y
colonialista donde el hombre está representado con la cultura y
la mujer con la naturaleza y lo salvaje, tal como se sostiene y se
critica en las corrientes ecofeministas desde Puleo (2004, 2005), Bula
(2010), Antón (2017). En el Pacífico, por el contrario,
la mujer está vinculada con los espacios domésticos (la
casa, el hogar), pero no en sentido determinantemente opresivo, sino
como lugares atravesados por la cultura: lo doméstico no solo es
reproductivo (procreación y cuidado de la familia), sino
también productivo, pues el rol de la mujer es fundamental para
transmitir saberes, favorecer la seguridad alimentaria de la familia, y
la toma de decisiones sobre su territorio. En este sentido, es
necesario llamar la atención sobre la importancia de las mujeres
negras en la economía y la cultura afrocolombiana o negra en el
Pacífico, pues muchas veces se ha desconocido su aporte, debido
a la carencia de un enfoque de género adecuado.
Esta
perspectiva permite comprender el lugar de la mujer negra en la cultura
y la economía de la región. Por un lado, supera la
visión del rol doméstico de la mujer negra como
únicamente reproductivo y subordinado (Lozano 2010a), y por
otro, como vamos a ver más adelante, las mujeres negras
también participan, circulan y se apropian de otros espacios
como la playa, el mar, el manglar, el río y el monte, lugares
pensados y representados dicotómicamente como exclusivamente
“masculinos”.
Proyectos de desarrollo productivo en Bojayá: la participación de las mujeres negras
El espacio y la geografía del municipio de Bojayá.
Se encuentra vinculado con la cuenca hidrográfica del río
Atrato en la región pacífica de Colombia. Su cabecera
municipal, Bellavista, está geolocalizada a 6º 34’
25’’ de latitud norte y 76º 54’ 28’’
de longitud occidente. De acuerdo con el POT del municipio,
Bojayá está ubicado entre las subcuencas de los
ríos Munguidó-Suruco y
Bojayá-Aibí-Uva-Quía. El municipio tiene una
extensión total de 3.693 km2. Su límite hacia el norte lo
constituye Carmen del Darién, hacia el oriente con Vigía
del Fuerte, hacia Occidente con Bahía Solano, y hacia el sur
está ubicado Quibdó y Alto Baudó. Este municipio
está relacionado geográficamente también con el
área orográfica de la serranía del Baudó al
occidente, por lo que está en medio de un área aluvial
plana del río Atrato, y otra montañosa como la del
Baudó. En general, Bojayá se encuentra dentro de la
eco-región llamada Chocó Biogeográfico, motivo por
el cual cuenta altos índices de biodiversidad y gran riqueza
hídrica, forestal y mineral.
Estas
características biofísicas y su ubicación
geográfica hacen que el municipio de Bojayá dependa
enteramente de las dinámicas hidrológicas de los
ríos para su desenvolvimiento económico, social y
cultural. Por ejemplo, las vías y formas de acceso están
determinadas por el transporte fluvial. También las
prácticas económicas y el uso del suelo dependen de esta
dinámica. De ahí que la pesca, la agricultura y la
explotación forestal sean las principales actividades que las
comunidades implementan como formas de subsistencia.
Economía y actividades productivas. De
acuerdo con el Plan de Desarrollo 2016-2019, Bojayá posee
índices muy bajos de empleos formales, la dinámica
económica está signada por la producción
agrícola en menor escala, siendo esta a la que la mayor parte de
la población se dedica. La baja tasa de empleabilidad formal en
el municipio se ve atemperada por las prácticas de
producción agropecuaria, de carácter informal, destinada
básicamente a la subsistencia y al sustento diario. Igualmente,
resulta diciente que el 99% de los trabajadores de este sector se
consideren víctimas del conflicto armado. Por su parte, como se
puede apreciar en la Figura 1, en el sector agropecuario, de 1.085
trabajadores encuestados por el Plan de Desarrollo Municipal (2016), el
32% son mujeres.
De
acuerdo con los planes de desarrollo municipales (2012-2015 y
2016-2019) y la caracterización socioeconómica de
Bojayá (PNUD 2015), la principal actividad económica del
municipio es la producción agrícola, donde sobresalen los
cultivos de plátano, yuca, arroz, caña y borojó;
esta actividad reporta una dedicación de 3.251 personas. Otras
actividades como la pesca, la cría de especies menores, la caza
y la tala, también constituyen formas de subsistencia en
Bojayá. En este caso, la demanda laboral está determinada
por los ciclos productivos de los cultivos, de manera que el empleo y
el ingreso económico resultan estacionales o temporales. El
cultivo del plátano, como cultivo permanente y de mayor
extensión en el municipio, constituye la actividad
económica con mayor porcentaje de empleabilidad, seguida del
cultivo de borojó (DANE 2018).
Por su
parte, las actividades productivas en Bojayá están
enmarcadas dentro de los sistemas productivos tradicionales, vinculados
con la ancestralidad, los cuales son elementos legitimadores de la
etnicidad de las comunidades negras (Domínguez 2015 y 2017). Se
considera que estos sistemas están relacionados con su
transmisión de generación en generación, la
articulación entre actividades (cultivos y pesca por ejemplo) y
son utilizados como estrategias complementarias de seguridad
alimentaria de la familia, usos racionales del suelo y divisiones del
trabajo.
Formas de organización étnica.
De acuerdo con las características étnicas y la
configuración territorial del Chocó, un elemento
demográfico muy importante del municipio es su estructura
étnica. Según el censo de 2005, la mitad de la
población total pertenecía o se reconocía como
comunidad negra (50,3%), mientras 43,7% se reconocía como
indígena, lo que significa que el municipio contaba con
más de 94% de población reconocida como comunidad
étnica (PDM 2016-2019) (Figura 2).
De
acuerdo con el Plan de Desarrollo de Bojayá 2012-2015,
había 6.390 personas de comunidades negras en todo el territorio
municipal y 4.471 indígenas (Figura 2). La existencia de estos
grupos étnicos ha significado, por tanto, la
configuración y apropiación colectiva del territorio
mediante Títulos Colectivos de Comunidades Negras y Resguardos
Indígenas, los cuales abarcan la mayor parte del municipio
(Figura 3).
Mujeres negras y desarrollo
Proyectos de
desarrollo para mujeres negras. La década de 1990 fue muy
importante para la región pacífica de Colombia. Por un
lado, se estaba consolidando la política multicultural y
pluriétnica para la adquisición de títulos de
territorios colectivos de comunidades negras, y por otro, el ingreso de
proyectos de desarrollo y macroproyectos, que tenían,
precisamente, intereses de control y apropiación de las tierras
para consolidar estas iniciativas económicas (Lamus 2008).
Esta
situación implicó, por tanto, una proliferación de
programas desarrollistas en la región; muchos tenían como
foco de atención también a las mujeres negras. En este
sentido, Montenegro (2002) caracteriza dos tipologías de
proyectos dirigidos al fomento de la asociatividad de las mujeres: uno
de tipo productivo y otro relacionado con la identidad de la mujer
negra en la comunidad. Lamus (2006) y Lozano (2010a) sostienen que los
principales intereses de estos proyectos eran la autoestima,
generación de ingresos, identidad étnica y de
género, asistencia técnica, familia, salud, medicina
tradicional; además salud, nutrición, atención
infantil y viviendas. Asimismo, los programas de desarrollo buscaban
atacar la baja productividad e informalidad laboral, motivo por el cual
pretendían vincular a las mujeres negras a iniciativas como
cultivo de hortalizas, modistería, cría y levante de
especies menores (cerdos y pollos), panadería, artesanía,
entre otros. Allí les brindaban asesorías, capacitaciones
y posibilidades de créditos para llevar a cabo estos
emprendimientos.
No obstante,
también ha habido proyectos que no han querido solamente brindar
herramientas para resolver necesidades básicas de las mujeres y
sus familias, sino también constituirse en herramientas de
cuestionamiento, reflexión y promoción de derechos de las
mujeres, así como empoderamiento para la constitución de
organizaciones o asociaciones de mujeres. De esta manera, estos
proyectos de desarrollo también han tenido como consecuencia el
fortalecimiento de las capacidades de asociatividad en las mujeres
negras del Pacífico mediante la constitución y
consolidación de cooperativas, asociaciones, fundaciones de
mujeres:
“Proyectos
enfocados en las llamadas necesidades prácticas con los enfoques
de mujer y desarrollo pero que con la orientación feminista dada
por las consultoras a cargo y con la experiencia política
obtenida por las mujeres han permitido que se abran espacios de
discusión que cuestionan los arreglos tradicionales de las
relaciones de género (Lamus 2008).
Mujeres negras y actividades productivas. Varias
investigaciones señalan la importancia de las prácticas
agrícolas de las mujeres negras en el Pacífico para
garantizar la seguridad alimentaria (Lozano 2010a, 2010b, 2016, Lamus
2008, Padilla 2006, Montenegro 2002). Los hombres realizan actividades
relacionadas con la comercialización de los productos y
usufructo de recurso del monte, tales como la tala, la cacería y
la pesca; las mujeres negras, por su parte, se dedican a la
producción agrícola en las parcelas y azoteas, el cultivo
de plantas aromáticas y medicinales (Lozano 2016). Esta
división permite garantizar la seguridad alimentaria de la
familia, pues las actividades productivas se complementan con el
trabajo tanto de hombres como de mujeres.
Ante
este panorama, Lozano (2016) sostiene que en las actividades
agrícolas todos los miembros de la familia participan, aunque
sí hay labores o actividades específicas tanto para
hombres como para mujeres. El asunto radica en que la mayoría de
las veces estas divisiones resultan reflexibles, pues de acuerdo con el
ciclo o condición particular de la comunidad o la labor, las
personas se pueden repartir las diversas actividades. Aunque hay tareas
que los hombres realizan con mayor frecuencia, no hay ninguna actividad
agropecuaria que las mujeres no sientan que puedan hacer (Lozano 2016).
Empero,
sí resultan más claras las diferencias de
participación en las actividades cuando se trata de actividades
hogareñas. Por ejemplo, existe una percepción
generalizada entre los hombres negros de que lo doméstico es
exclusivamente un espacio para las mujeres, motivo por el cual no lo
realizan ni apoyan a las mujeres en tareas del hogar, tales como
preparar alimentos, limpiar la casa, cuidar a los niños, etc.:
“Lo cierto es que el hogar es un lugar de
‘no-trabajo’ para los hombres en tanto son muy pocos los
espacios de no-trabajo para las mujeres (Lozano 2016).
Por su
parte, las actividades de cultivo y agricultura también son
importantes para la reafirmación de costumbres, prácticas
culturales y la apropiación del territorio (Lozano 2016). Los
cultivos caseros, las huertas y azoteas son, primero, un saber
tradicional relacionado con el conocimiento femenino (Lozano 2010a),
que se transmite de generación en generación a
través de la historia oral y segundo, un saber territorial, pues
como lo plantea Padilla (2006), permite vincular a las mujeres con el
territorio a través del conocimiento de la naturaleza y las
plantas, y reafirma su conexión con la tierra. Lozano (2016) lo
plantea de esta manera:
“Las
azoteas y huertos representan un saber ancestral de las mujeres, su
preservación significa una gran inversión de trabajo, no
siempre suficientemente reconocido y que garantiza la seguridad y la
autonomía alimentaria de la comunidad. Si hay suficiente mano de
obra, en la finca las mujeres se ocupan principalmente de la
recolección y limpieza pero sino trabajan hombro a hombro con el
marido sembrando, rozando y recolectando”.
Aquí
cabe la pregunta: ¿los proyectos productivos son pertinentes
desde un punto de vista feminista, teniendo en cuenta que muchas veces
legitiman las actividades tradicionales y de subsistencia, así
como roles de género dentro de la comunidad? Pero aquí es
necesario separar la concepción de una vida simple y sostenible,
basada en prácticas artesanales, de otras que son producto de
los procesos de desposeimiento y la carencia. De manera que las
economías de subsistencia son positivas en contextos donde
contribuyen a la seguridad alimentaria, brindando posibilidades de
acceso a alimentos, agua y recursos naturales, donde propenden por una
mejor relación con la naturaleza y el territorio, y donde
reafirman la solidaridad y la identidad sociocultural de las
comunidades.
Proyectos productivos para mujeres negras en Bojayá
Características de los proyectos. En
nuestro trabajo de campo realizado durante el 2019 en tres localidades
de la cuenca del río Bojayá, a saber: La Loma, Piedra
Candela y Pogue, se indagó acerca de los proyectos que
tenían presencia en las localidades, sobre todo aquellos
relacionados directamente con la participación de las mujeres.
De esta manera, pudimos conocer sobre cómo se llevan a cabo
algunos proyectos productivos en las comunidades.
Las
entidades gubernamentales, las secretarías municipales y algunas
asociaciones de productores del Chocó apoyan a las comunidades
negras de Bojayá, mediante el desarrollo de proyectos
productivos, que consisten en capacitaciones y asesorías
técnicas, y la entrega de incentivos y/o insumos, herramientas y
diversos utensilios, entre otros. Esto resulta de alguna manera
beneficioso para las comunidades étnicas del municipio, teniendo
en cuenta las carencias económicas, el bajo nivel de ingreso y
los índices negativos de NBI, entre otros factores. La
posibilidad de otros ingresos y/o el mejoramiento de prácticas
productivas generan mucha expectativa en los pobladores locales de las
comunidades negras.
Las
interlocutoras señalaron que las iniciativas que llegan a las
localidades son básicamente proyectos agropecuarios. Plantearon
dos tipologías de estos proyectos. En primera instancia,
aquellos dirigidos hacia la cría, engorde y aprovechamiento de
especies menores, tales como pollos y gallinas ponedoras, y en algunos
casos, cerdos; el segundo tipo son aquellos que fomentan
prácticas agrícolas, básicamente de cultivos de
plátano, hortalizas y plantas aromáticas y medicinales en
las huertas y azoteas de los hogares. En general, todos estos proyectos
productivos agropecuarios están constituidos por mujeres negras,
aunque no estén formulados exclusivamente para ellas. El asunto
es que son ellas las que más fácil se vinculan a estos,
cosa que vamos a analizar en un momento.
En
términos generales, estos proyectos se caracterizan por la
vinculación de aproximadamente 20 mujeres de cada comunidad, a
las que se les brinda unas primeras asesorías, se les da las
especies (animales o las plantas) y los insumos (sobre todo el cuidado
o abonos), y en algunos casos, herramientas. En las reuniones, las
mujeres narraron que el principal proyecto actual es la cría y
engorde de pollos. El proyecto vinculó a 20 mujeres, elegidas de
acuerdo con el orden de inscripción; estos proyectos buscan
darles oportunidad a muchas mujeres, por lo que intentan siempre
vincular a mujeres distintas.
No
obstante, inmediatamente aparecieron las reticencias y molestias por
parte de la comunidad. Resulta muy interesante y diciente que, en el
primer tópico, que buscaba caracterizar simplemente la
existencia de proyectos y emprendimientos donde participaran las
mujeres, de manera inmediata surja el asunto de “los problemas
con estos proyectos productivos”. Aunque las comunidades
agradecen este tipo de iniciativas, también se dan cuenta de los vacíos y las dificultades que estos proyectos tienen y generan en la comunidad.
Algunas problemáticas de los proyectos productivos. El
principal problema que las comunidades perciben al respecto es que
estos proyectos están pensados de manera genérica para
todas las comunidades de Bojayá. Las interlocutoras hacen
hincapié en que el mismo proyecto productivo de la cría y
engorde de pollos, cuyo objetivo era la comercialización y
obtención de algunos ingresos para las familias, se
implementó de la misma manera en todas las comunidades negras de
la cuenca del río Bojayá. Aquí sostienen que, si
bien esta iniciativa fue muy aportante para las mujeres, lo cierto es
que este proyecto no dio los resultados esperados y no tuvo
ningún cambio significativo en sus condiciones de vida. Cuando
las mujeres de la comunidad de La Loma, por ejemplo, intentaron vender
los pollos, inmediatamente se dieron cuenta de que el mercado ya estaba
saturado con este alimento.
Para
empezar, dentro de la comunidad ya había varias mujeres que
pertenecían al mismo proyecto e intentaban vender los productos
allí mismo; en la misma comunidad es difícil que se venda
todo porque la demanda es baja, debido a los pocos ingresos de los
pobladores, la carencia de trabajos formales y las actividades de
autosustento (cada familia tiene algunas gallinas, pollos, y cerdos),
así que no demandan mucho este producto. Segundo, el intento de
vender los pollos en otras localidades resultó aún
más difícil, porque precisamente en las otras comunidades
(Piedra Candela y Pogue, entre otras), también había
mujeres que estaban vinculadas con este proyecto, y por tanto,
igualmente estaban intentando vender sus productos. En otras palabras,
se presentó una saturación del mercado para la
comercialización del pollo, lo que generó que la demanda
de este producto bajara en toda la cuenca del Bojayá. Esta
situación llevó a que las mujeres participantes de estos
proyectos incluso tuvieran que regalar los pollos, o venderlos a
precios muy bajos, pues no había quién los comprara, ni
en la propia comunidad, ni en localidades cercanas (Reunión con
mujeres Comunidad La Loma-Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre
de 2019).
Mencionamos
este ejemplo aquí porque pone en evidencia muchos elementos. Por
ejemplo, inmediatamente surge la pregunta de por qué se plantea
y gestiona un proyecto que se desarrolla de la misma manera en todas
las comunidades de la cuenca, pero no se consideran las implicaciones
de llevar a producir el mismo producto, ni que todas las mujeres
realicen la misma actividad. Si es la misma cuenca, es evidente que, o
los productos tienen que ser demandados y comercializados en la misma
comunidad -lo que se sabe que no es posible-, o bien comercializar el
producto en las otras comunidades cercanas -lo que implica por un lado
gastos de transporte (que no están contemplados ni auspiciados
por las entidades que desarrollan el proyecto), y por otro, que esos
mercados están también saturados con la producción
interna de las mujeres de esa comunidad.
Los
interlocutores entonces sostienen varias conclusiones al respecto de
esta experiencia. Primero, estos proyectos productivos están
formulados de manera genérica e indiscriminada, porque no
consideran las características especiales de cada comunidad, no
estudian previamente cuál es la vocación productiva y
tampoco analizan los gustos y características socioculturales de
cada localidad. Si se hicieran proyectos diferenciados, en donde cada
comunidad esté produciendo y participando de proyectos
distintos, esto permitiría que los productos puedan ser
comerciados tanto al interior de cada comunidad, como en otras, pues no
estarían compitiendo con el mismo producto, y, por tanto, no
habría saturación del mercado ni disminución de
precios.
Las
comunidades interpretan esta experiencia con los proyectos productivos
no como un problema casual o contingente, sino como resultado de una
condición característica, e incluso sistemática,
de todos los proyectos que llegan a las comunidades: la falta de
pertinencia para la comunidad. Para empezar, la comunidad no los pide
(a pesar de que en una primera instancia los necesite), no se gestionan
directamente con la comunidad, ni mucho menos se consulta a los
líderes y las lideresas cuál es la forma más
adecuada para llevarlos a cabo en el territorio. Los gestores
simplemente asumen que estas iniciativas son indispensables en las
comunidades, pero en realidad estas no tienen pertinencia territorial,
cultural ni productiva, pues no se ha caracterizado las vocaciones, las
dinámicas socioculturales y las posibilidades del mercado. De
este modo, los interlocutores de las tres comunidades visitadas (La
Loma, Piedra Candela y Pogue) plantean que muchos son proyectos
inútiles, que solo dejan o entregan cosas que las comunidades
realmente no necesitan. Así lo sostienen interlocutores de
Piedra Candela y Pogue:
“traen
herramientas y ¿para qué? Podemos llenar un bote con
herramientas, queremos es que cuenten con nosotros...”
(Reunión con mujeres de la comunidad Piedra Candela,
Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
“A
ese proyecto no le fue bien aquí. El dirigente solo traía
las herramientas, pero no daba plata para el proyecto.”
(Reunión con mujeres comunidad Pogue, Bojayá, trabajo de
campo IIAP, octubre de 2019).
Lo segundo, es
que las comunidades interpretan que estos proyectos productivos
están mal gestionados, y básicamente, están bajo
intereses personales: algunas personas buscan quedarse con algunos
recursos y dineros, y por ello envían los “peores
insumos” para los animales, no brindan asesorías
adecuadas, sino que “solo vienen a las comunidades una vez a
tomar fotos como evidencias y a pedir firmas para demostrar que
sí hicieron el proyecto, y que la gente está
feliz”, tal como plantea una interlocutora de La Loma (entrevista
mujer productora, La Loma, Bojayá, trabajo de campo IIAP,
octubre de 2019).
Existe
una percepción delicada al respecto. Si bien resulta muy
complicado abordar el asunto del manejo de dinero, pues muchas veces se
trata de rumores y “chismes” dentro de las comunidades, es
cierto que es un tema demasiado recurrente en todas las reuniones y
entrevistas. Una interlocutora de La Loma resume así su
experiencia con la participación en proyectos productivos:
“hay
proyectos que tienen plata y se la roban. Nunca sabemos con
cuánta plata y materiales viene un proyecto, nunca lo dicen
(…). No sabemos por qué hacemos las cosas, pues solo para
llenar los bolsillos de otros, por eso la culpa es de nosotros”
(Entrevista con mujer agricultora, Comunidad La Loma, Bojayá,
trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
Tercero, la
falta de continuidad de los proyectos. Llegan, duran 6 meses y luego se
van. Las comunidades tienen claro que estos proyectos tienen unos
tiempos y unos recursos específicos, pero ello no significa que
los proyectos no deban dejar unas bases sólidas para que las
iniciativas continúen por propia cuenta de las personas. La
dificultad radica en los asuntos estructurales de estos proyectos. Por
una parte, no hay el suficiente apoyo y acompañamiento a los
procesos, pues los encargados pocas veces asisten a la comunidad, y
solo van a cumplir tareas muy específicas o “llevarse las
evidencias del proyecto” (fotografías y firmas), pero no
hay la presencia constante ni la dedicación para lograr que
estos proyectos continúen. La historia de los proyectos en estas
localidades es la misma: llegan con la idea de fomentar y desarrollar
iniciativas que puedan durar mucho tiempo y que después de que
el proyecto termine pueda continuar por las mismas iniciativas
comunitarias; esto es un discurso de entrada para interesar, y
seguramente los gestores y activistas del proyecto tal vez en un primer
momento lo crean, pero lo cierto es que el tiempo de duración de
estas iniciativas está definido:
“dure
lo que dure el proyecto (…) Siempre los proyectos quedan a
medias, después de una pasar tanto trabajo”
(Reunión con mujeres comunidad La Loma, Bojayá, trabajo
de campo IIAP, octubre de 2019).
En
consecuencia, las personas involucradas no quedan ni con el
interés ni con las herramientas necesarias para darle
continuidad a estos emprendimientos: “si se acaba el cuido que
ellos traen, entonces ¿cómo lo vamos nosotras por nuestra
propia cuenta a conseguir?”. Aquí realmente resulta muy
difícil que estas mujeres sigan consiguiendo los insumos y los
elementos necesarios sin el apoyo de estos proyectos, teniendo en
cuenta el costo del transporte de estos insumos y el problema de la
comercialización del producto. Es que se convierte en una suerte
de ciclo improductivo: se supone que, con el plante y los dineros
obtenidos por la venta de los productos, las mujeres pueden
reinvertirlos para seguir haciéndolo por su propia cuenta,
cuando el proyecto termine, pero ¿cómo hacerlo si
precisamente ellas no han podido comercializar el producto debido a la
sobreoferta en la misma cuenca?
La misma
situación ocurre con la comunidad de Piedra Candela. El proyecto
de cría y engorde de pollo, por ejemplo, estaba comprometido con
dar las especies y los insumos, tales como el cuido, “pero en el
momento en que dejaron de darlo, entonces inmediatamente el proyecto se
cayó, porque ¿de dónde iba a sacar plata las
mujeres para comprar y transportar ese alimento? (Reunión con
mujeres comunidad Piedra Candela, Bojayá, trabajo de campo IIAP,
octubre de 2019).
Como lo
planteamos más arriba, el otro tipo de proyectos productivos que
se desarrollan en Bojayá son aquellos relacionados con el
incentivo de prácticas agrícolas de autoconsumo y
comercialización a pequeña escala. Para las mujeres,
estos proyectos se han caracterizado por el apoyo para la
construcción de huertas caseras y azoteas para el cultivo de
hortalizas y plantas aromáticas- medicinales. Se trata de
esfuerzos institucionales que buscan reforzar la participación
económica, fortalecer la seguridad alimentaria de las familias y
mejorar las condiciones de vida de las mujeres de la cuenca de
Bojayá. Empero, son iniciativas que, como pasa con los proyectos
pecuarios relacionados con la cría, cuidado y
comercialización de especies menores, también adolecen de
algunas problemáticas que son señaladas por las y los
interlocutores de las comunidades involucradas en estos.
En caso
de La Loma, los proyectos se concentraron en fomentar el cultivo de la
vija, por ejemplo. De acuerdo con las interlocutoras, el proyecto daba
las semillas de la vija, con la intención de que las
participantes pudieran venderla. Sin embargo, varias mujeres
manifestaron que el proyecto no daba más que las semillas; ni
abono, ni asesoría, ni apoyo a la comercialización.
Actualmente, todos los cultivos de esta planta se están
perdiendo en la localidad. Por otro lado, también estaba la
construcción de azoteas, donde las mujeres pudieran cultivar
cebollas, tomate, pimienta, ají criollo, etc. Las mujeres
plantearon que participaron, porque así no tendrían que
comprar estos productos en las tiendas. Pero como ocurre con todos los
proyectos, este no continuó y la mayoría de las azoteas
se están perdiendo. Una interlocutora de La Loma plantea lo
siguiente sobre los gestores del proyecto:
“ellos
no quieren si no aprovecharse de uno, vienen a la comunidad disque a
asesorar y ver cómo continuar con el proyecto, pero solo quieren
llevarse evidencias; como mi azotea es la más bonita de todas,
vienen solo a tomar fotos, solo les interesa tomar evidencia de
cómo quedó la azotea para mostrar, toman fotos, pero nada
más, no les interesa saber cómo continuará el
proyecto” (Reunión con mujeres comunidad La Loma,
Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
Esta
interlocutora actualmente tiene la azotea porque ve en ella una forma
de obtener algunos recursos. Cada fin de semana va al lugar, saca
algunos racimos de cilantro chocoano, laurel y otras plantas
aromáticas, las envuelve en rollos, y vende cada uno a
aproximadamente $2.000. Pero con esto apenas obtiene dinero para
algunos días, pues no siempre compran y la azotea tampoco da
todos los días.
Mujeres negras y empoderamiento en Bojayá
Estas
experiencias muestran un elemento clave en la configuración de
las mujeres negras dentro de las comunidades étnicas: su
participación es cada vez más activa y sus procesos de
independencia y autonomía son cada vez más
sólidos. La participación brinda herramientas para toma
de decisiones y para la resistencia a condiciones estructurales de
división del trabajo, roles de géneros y relaciones
socioeconómicas.
En el
trabajo de campo evidenciamos que la posibilidad de conseguir dinero
reconfigura un poco las relaciones sociales y familiares en las
comunidades de Bojayá. La mayoría de las mujeres no
dependen del “marido” para que ingrese recursos a la casa,
sino que ellas mismas “se las rebuscan”, y a pesar de las
limitaciones, ellas tienen la posibilidad de obtener dinero. Este
cambio es sobre todo señalado por los hombres, quienes, desde su
perspectiva, plantean que ya a las mujeres les gusta mucho tener y
conseguir plata, no como antes cuando dependían de los ingresos
que ellos traían. Así lo plantea un hombre en una
reunión en Piedra Candela: “El plátano, a las
mujeres les gusta cultivarlo, les gusta ahora porque a la mujer le
gusta ahora tener su plata en el bolsillo”. Al respecto de ese
comentario, inmediatamente una interlocutora cuenta su experiencia con
la independencia y el manejo del dinero:
“Desde
pequeñas hemos tenido independencia, no nos gusta depender de
nadie (…) desde pequeña me iba para el monte a buscar
para conseguir plata... Ahora mis hijos se quedan en la casa
cuidándose entre ellos... Ya no dependemos del hombre;
cómo es de maluco que uno le diga: ‘que dame 5.000’
y que él diga ‘¿y para qué?’ Eso es
mejor uno tener su propia plata” (Reunión comunidad Piedra
Candela, Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
Como hemos
visto hasta el momento, los proyectos y las iniciativas que se llevan a
cabo dentro de las comunidades son liderados y desarrollados en su
mayoría por las mujeres. Por ello quisimos saber cuál era
la percepción sobre por qué son las mujeres quienes
más participan en estos proyectos. En primera instancia, las
mujeres reconocen que se trata del uso del tiempo y del espacio social.
Como muchas de ellas están más tiempo en el hogar, pueden
disponer más fácilmente de algunos momentos para asistir
a capacitaciones, talleres y emprendimientos, e igualmente realizar sus
tareas domésticas y agropecuarias sin muchos percances, mientras
que la mayoría de los hombres están en el monte, entonces
a ellos les resulta más difícil estar pendientes de estos
proyectos. “Las actividades en la casa nos permiten hacer
más cosas y manejar el tiempo, mientras que los hombres
no” (Entrevista a mujer “allegada” La Loma,
Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
Otra
razón, según la óptica de las mujeres, es que los
hombres siempre mantienen una premura con todo, por ello no les dedican
mucho tiempo a estos procesos, como la mayoría de los proyectos
que llegan, pues algunos duran semanas e incluso algunos meses.
Así lo plantea una interlocutora propietaria de una tienda en La
Loma, Bojayá:
“Las
mujeres participamos más porque tenemos más espacio y
tiempo, el que ha dejado los hombres (…) También porque
tenemos más iniciativa y dedicación a un proyecto a largo
plazo o alcance, vamos a capacitaciones, sacamos el tiempo, dedicamos
más, los hombres no” (Entrevista a mujer tendera La Loma,
Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
Las mismas
mujeres negras en sus discursos plantean continuamente la importancia
de la participación que tanto hombres como mujeres tienen en la
comunidad. Muchos de los discursos de las mujeres de Bojayá
están basados en la equiparación de los esfuerzos de
hombres y mujeres, o en todo caso, en la contraposición a la
ubicación de las mujeres exclusivamente en los espacios del
hogar. Las mujeres trabajan a la par que los hombres. Ellas quieren
romper esa concepción de que las mujeres solo se quedan en el
hogar cuidando los hijos y las huertas caseras: el monte no es solo
para los hombres, sino que a las mujeres también les gusta ir a
trabajar allá. De este modo lo plantea una mujer en Piedra
Candela:
“Acá
a las mujeres nos gusta es su monte, o sea, los cultivos, cría
de animales (gallinas, cerdos), siembra de yuca, plátano,
pescar…” (Reunión comunidad Piedra Candela,
Bojayá, trabajo de campo IIAP, octubre de 2019).
Conclusiones
Este texto
quiso abordar la compleja participación de las mujeres negras en
los proyectos productivos que llegan a Bojayá, centrando la
atención en las comunidades de La Loma, Piedra Caliente y Pogue,
ubicadas en la cuenca del río Bojayá. En el trabajo de
campo, mediante entrevistas y reuniones con las interlocutoras
principales, pudimos aproximarnos a algunas de las principales
características de estos proyectos de desarrollo, las divisiones
de trabajo, los roles de género, así como las
dificultades, pero también las posibilidades y formas de
empoderamiento que han abierto estos proyectos productivos en las
comunidades étnicas.
En torno
a las actividades productivas que al parecer son muy
esquemáticas conceptualmente, la experiencia de campo
demostró que las mujeres negras desarrollan múltiples
tareas y por ello mismo son vitales no solo para el sostenimiento de la
familia y para garantizar la seguridad alimentaria, sino también
como soporte fundamental para la producción y
reproducción de la cultura. Las mujeres negras no están
exclusivamente vinculadas a lo doméstico y el hogar. Antes bien,
han venido configurando otros espacios de desarrollo y
apropiación como el monte y el río, han adquirido
independencia económica mediante el trabajo de la agricultura,
sin que ello implique necesariamente que se desliguen de esa
relación como sustento del hogar: muchas de las mujeres negras
siguen siendo las “jefas de hogar” y los pilares de la
seguridad alimentaria de toda la familia.
Uno de
los principales reclamos de las comunidades radica en que los proyectos
están gestionados e impuestos “desde arriba”, desde
las oficinas; son iniciativas genéricas que se implantan en
todas las comunidades como “paños de agua tibia”,
pues no son ni sólidos ni eficaces. Las comunidades negras
plantean que estas iniciativas no son pertinentes para la
vocación productiva, ni para las dinámicas regionales de
la cuenca porque no consideran las características
socioculturales, económicas y ecológicas
específicas de cada una de las comunidades negras. De ahí
que fracasen de manera acelerada, que no tengan impactos a largo plazo,
ni logren que las comunidades se apropien de manera autónoma de
estos proyectos.
No
obstante, es importante también reconocer las posibilidades que
han abierto tanto los procesos comunitarios, como los proyectos
productivos en Bojayá. La participación de la mujer en la
toma de decisiones, en la vocería y la confrontación
dentro de los talleres, asesorías y capacitaciones, la apertura
de otros lugares e instancia de participación, como la
política, la agricultura en el monte, los accesos a actividades
económicas, etc., brindan libertad y autonomía
económica e, indudablemente significan posibilidades de
resistencia y actuación ante las estructuras de poder como el
machismo, el conflicto armado y la violencia en la región.
Seguramente, entre más conocimiento de los derechos y más
participación en distintos espacios sociales que la mujer tenga,
entonces mayores procesos de lucha y reconocimiento se van a dar.
Por
estas razones, estos proyectos no solo deben permitir y fomentar la
participación de las mujeres negras, sino también
incentivar la toma de decisiones, y, sobre todo, gestionarse de la mano
de las mujeres, pues la mayoría de estos proyectos llegan ya
formulados y listos para ser implementados de manera genérica en
cada comunidad.
Finalmente,
es necesario realizar una revisión de los conceptos con que se
intenta comprender a las mujeres negras en Chocó: las mujeres
negras también son imaginativas, creadoras, participativas,
deliberantes, claves no solo para permitir la seguridad alimentaria de
sus familias, sino también para construir y proyectar la cultura
de sus comunidades en sus territorios étnicos.
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