Marco teórico y metodológico para el análisis del movimiento social afrodescendiente
Theoretical and methodological framework for analysis of the social movement of African descent
Jhon Antón Sánchez*
* Candidato a PhD en Antropología Política, FLACSO, sede Ecuador
Recibido: Julio 4, 2007 Aceptado: Febrero 20, 2008
RESUMEN
En este ensayo intento una
lectura sobre elementos conceptuales y metodológicos que
permitan comprender la naturaleza «del proceso organizativo
afrodescendiente», dentro de dos paradigmas sobre los movimientos
sociales: primero la escuela norteamericana que analiza a los
movimientos sociales desde la teoría de la movilización
de recursos (TRM) y los privilegia como un conjunto de actores
estratégicos que se mueven en función de recursos e
intereses. En segundo lugar se distingue la escuela europea, que bajo
la teoría de los Nuevos Movimientos Sociales (NMS) analiza el
fenómeno desde las identidades colectivas como motores que
impulsan la acción de los actores dentro de un contexto cultural
más complejo y sostenido en el tiempo.
Palabras clave: Movimientos sociales; Acciones colectivas; Actor; Organizaciones; Acción racional;
Nuevos movimientos sociales; Grupos de interés; Identidad; Recursos.
ABSTRACT
In an attempt reading this
trial on methodological and conceptual elements to understand the
nature «of the organizational process of African descent, in two
paradigms on social movements: the first American school that analyzes
the social movements since the theory of resource mobilization (TRM)
and privileges as a set of strategic players that move in terms of
resources and interests. Secondly distinguishes the European school,
which under the theory of the New Social Movements (NMS) examines the
phenomenon from the collective identities as the engines that drive the
action of the actors within a cultural context more complex and
sustained over time.
Keywords: Social movements; Collective; Actor; Organizations; Action rational; New social movements;
Interest groups; Identity; Resources.
PRESENTACIÓN
Intentar anotaciones
metodológicas y conceptuales sobre el «movimiento social
afrodescendiente» implica varias dificultades. La más
compleja es comprender realmente qué es un movimiento social. La
segunda tiene que ver con el enfoque con que se mire, los cuales son
diversos. Y una tercera barrera se relaciona con lo
metodológico, o sea precisar variables de análisis que
permitan comprender el fenómeno desde su propia naturaleza.
En este ensayo se
pretende hacer un esbozo conceptual sobre la teoría de los
movimientos sociales. Este esfuerzo es necesario antes de aventurarnos
a la comprensión del movimiento social afrodescendiente. Tal
esbozo se hará en tres aspectos: a) una aproximación a la
definición; b) una exploración a sus principales enfoques
conceptuales; y c) una pretensión prudente de categorías,
que desde el punto de vista metodológico ayudarán a
descomponer el problema.
¿CÓMO DEFINIR UN MOVIMIENTO SOCIAL?
Desde Jorge León
(1997:29) la categoría «movimiento social»
caracteriza procesos sociales distintos de aquellos que se ajustaban al
clásico concepto marxista de «luchas de clases». Se
trata de una definición acuñada para entender los
conflictos en las sociedades modernas. Anteriormente sobre esta
categoría pesaba una definición descriptiva que trataba
de determinar a grupos de personas que motivados por el cambio social
se movilizaban, identificaban un oponente y generaban acciones
colectivas con frecuencia difusas. Se buscaba una idea que diera cuenta
de la manera cómo la gente se organizaba, cómo se
integraba bajo una identidad y un fin.
Para León un
movimiento social no se resume en una organización, ni una
protesta, ni un programa definido. Más bien se trata de la
convergencia de ideas, acciones y personas que se encaminan hacia una
transformación de sus situaciones o de las instituciones
definidas (1997:30). Incluso un movimiento social puede implicar modos
de comportamiento, maneras de pensar, de relación entre actores
que proponen acciones concretas de cambio. Un movimiento social puede o
no ser expresiones de acciones colectivas contundentes
(manifestaciones, protestas, paros, revueltas, tomas, levantamientos,
derrocamientos), o alcanzar varios actores (organizaciones,
instituciones, sectores sociales, activistas, líderes
carismáticos), y a su vez tener catalizadores (organizaciones no
gubernamentales, la prensa, las iglesias). Pero siempre su
acción se orientaría en transformaciones o de cambio
social. Un movimiento social es un concepto que identifica un proceso
social, mediante el cual una sociedad cambia uno o varios aspectos de
su vida o de sus instituciones (León, 1994: 30).
De modo que al
intentar definir un movimiento social habría que buscar una
característica clave: el interés de cambio que unos
actores proponen en su contexto social. Por ejemplo, ideas de luchar
por la libertad, la igualdad o la erradicación del racismo
enarboladas por las organizaciones negras en el sur de Estados Unidos
que intentaron transformar el orden estatuido de la segregación
racial, son claras expresiones de movimiento social. Pues tal como lo
determina Orlando Fals Borda (1989), los movimientos sociales son la
posibilidad de estatuir un nuevo orden social.
Sin embargo, para
que la sociología pueda construir adecuadamente la
categoría de «movimiento social» (MS) es necesaria
una lectura en doble perspectiva: las situaciones diacrónicas y
sincrónicas que lo envuelven (Mouriaux y Beroud, 2000). La
perspectiva diacrónica entiende al MS como un proceso de
carácter no programático, lineal y uniforme. Lo observa
como un fenómeno no regular que se desenvuelve en un
período de larga duración.
Comprender al MS como un proceso diacrónico implica que
éste posea etapas, las cuales tienen extensión propia, y
estructura particular. Se trata de una periodización de rupturas
y continuidades, de singularidades en sus partes y con ritmos propios.
En el caso afrodescendiente, por ejemplo, las acciones colectivas que
las organizaciones realizan por subvertir el sistema al plantearse
«no al racismo» o por «una sociedad sin
discriminación», se pueden observar dentro de un
período histórico de cambio social. Se trata de una
lógica de procesos de larga duración que arranca,
incluso, desde las luchas cimarronas por la libertad, pasando por
acciones por la abolición de la esclavitud y la conquista de los
derechos ciudadanos, y terminando con la lucha contra la pobreza, el
racismo estructural y la exclusión económica, social y
política (Antón 2004; Agudelo 2006).
La segunda
perspectiva analítica de un movimiento social sería su
carácter sincrónico. Es decir, la expresión
coyuntural de una colectividad social en movimiento. Se trata del
retrato en el tiempo presente y en el espacio actual de las formas de
acción, de las oportunidades políticas, de las
estrategias y del entorno social en que los actores se mueven. En
definitiva, es el análisis del contexto del MS en sus
dimensiones simbólicas, culturales, políticas,
económicas y globales.
Además de la
perspectiva analítica diacrónica y sincrónica,
Orlando Fals Borda (1989) identifica dos características
adicionales necesarias en el análisis de los movimientos
sociales: los aspectos microestructurales y macroestructurales. Lo
micro encierra la vida cotidiana de un MS, es el contexto coyuntural en
que los actores movilizados se encuentran. Aquí observamos
manifestaciones espontáneas que van desde la protesta, hasta los
mítines, tomas y levantamientos. Son acciones colectivas que
pretenden alimentar la identidad del movimiento, sea ésta
ecológica, ambiental, estudiantil, étnica, de
opción sexual o de cualquier otra índole. Estas acciones
micro estructurales en determinadas circunstancias desembocan en
acciones políticas de mayor alcance o en acciones de nivel macro
estructural. Es decir, los MS pasan de una reivindicación
concreta a un llamado de cambio social. Así terminan proponiendo
factores que incitan a la toma de medidas que conduzcan a una nueva
cultura política, a una acción de cambio a las
estructuras sociales. Se pasa así de lo micro a lo macro, de la
protesta callejera a la propuesta, se rompe la perspectiva coyuntural y
local. Además se establecen canales de doble vía, uno
hacia abajo que mira reivindicaciones puntuales de derechos sociales y
otro hacia arriba que pretende la transformación de la sociedad.
Esta
precisión de lo micro y de lo macro en los movimientos sociales
es clave para entender la dinámica de los nuevos movimientos
sociales afrodescendientes en América Latina. De acuerdo con
Arturo Escobar (1997), estos no sólo se concretan en el
escenario de las demandas locales y particulares, o demandas de
políticas culturales, sino que tales acciones de manera
estructural buscan subvertir el sistema imperante, pretendiendo en
últimas transformar la cultura política en que la
sociedad se envuelve. Desde Escobar los MS se sitúan en un doble
contexto de acción: por un lado el contexto político y
socioeconómico que envuelve a los ciudadanos los obliga a un
nuevo tipo de relación con el Estado, definiéndose
así una esfera micro que responde a las identidades e intereses
particulares de cada grupo social o de cada actor. Por otro lado dichos
actores desde sus propios contextos ejecutan luchas por la
instauración de un nuevo sistema político y de
prácticas económicas, sociales y culturales en sus
estados nacionales.
Hasta aquí
se ha examinado el concepto de movimiento social más allá
de su uso común y restringido referido a procesos organizativos,
acciones colectivas de protestas o simples revueltas populares. Es
preferible comprender al MS en su relación con el cambio social,
tal como lo expresa Jorge León Trujillo: la expresión de
cómo se da el conflicto social en las sociedades modernas, y
como ese conflicto caracterizado por la tensión entre actores
antagónicos, que sin ser revolucionarios, termina impactando a
la dinámica social. Pero si bien el concepto de MS se relaciona
con los factores de cambio social, éste ha tenido distintas
interpretaciones dependiendo de dónde se lea. Una manera es
cómo lo interpretan los europeos y otras los norteamericanos.
Desentrañar este punto lleva a la segunda parte de este ensayo:
el tema de los enfoques o de las escuelas de análisis.
PRINCIPALES ENFOQUES DE ANÁLISIS DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
El interés de
estudiar los movimientos sociales desde la sociología se
fortaleció desde la década de 1960. La intensidad de
fenómenos de movilización de masas y el surgimiento de
acciones colectivas novedosas por actores sociales que antes no
habían irrumpido en la esfera pública llamó la
atención de centenares de investigadores. Estas nuevas formas de
acción exigieron nuevos modelos analíticos que explicaran
las tendencias.
De manera
particular surgen dos tendencias diferenciadas sobre el análisis
de los MS. En los Estados Unidos los investigadores centran su
análisis de los movimientos sociales desde un enfoque
estratégico, privilegiando las formas de organización,
los recursos y el interés de los actores en el momento de su
movilización. A este marco se le denominó la
teoría de movilización de recursos (TMR). En Europa, en
tanto, la preocupación conceptual se centró en los
factores estructurales y de identidad que motivaban la acción
del MS. Esta situación permitió la creación de la
teoría de los nuevos movimientos sociales (TNM).
El enfoque
americano de los movimientos sociales. La estrategia, los recursos y
los actores. Lo central en el enfoque americano sobre los MS es la
teoría de la movilización de recursos (TMR). Esta hace
énfasis en el análisis de los recursos, la
organización y las oportunidades de los actores como medios que
posibilitan la movilización y la consecución de
objetivos.
El paradigma TMR se
inspira en la clásica teoría de la acción
racional. Esta escuela entiende los MS como una acción colectiva
desarrollada por actores racionales que tienen un cálculo
estratégico al momento de movilizarse. Se trata de un postulado
originario de Olson (1963) quien entendió el cálculo
estratégico como la acción de individuos racionalmente
movidos por el interés propio. Es decir, la acción
colectiva sólo sería posible cuando en el contexto social
existan incentivos claros y concretos para los individuos o actores
racionales. De esta manera, la acción colectiva es determinada
por el interés. De allí que la TMR valora un MS en tanto
los individuos de manera estratégica se mueven calculando costos
y beneficios de su participación en la acción colectiva.
En términos de Munck, «la TMR presenta así al MS
como la búsqueda del fundamento a nivel micro de un
fenómeno macro» (1993:20).
Desde Olson lo
clave para entender porqué un actor o individuo participa o se
moviliza en una acción es el tipo de incentivo que
selectivamente lo mueva. Pero esta conclusión presenta un
problema al suponer que para que exista la participación se
requiera del incentivo, por tanto si no hay incentivo no habría
acción, o al menos la acción sería imposible, y si
es posible sería irracional. La respuesta entonces a este
interrogante, conduce a comprender porqué verdaderamente se
produce la acción colectiva; o bien tratar de entender que para
darse un MS se requiere una racionalidad estratégica e
instrumental, como uno de sus fundamentos. De allí que se
desprendan varias observaciones al modelo de la TMR. La primera y
quizá la más importante tiene que ver con que el enfoque
no es monolítico, sino que por el contrario, a partir de la base
antes expuesta se desprenden varias maneras de resolver la
cuestión del origen y la formación de los movimientos
sociales.
De modo que dentro
de la TMR hay varias tendencias. En primer lugar sobresale Sydney
Tarrow (1998) quien considera que el análisis de los MS
debería alejarse de las formulaciones inspiradas en Olson que
ubican al individuo y su interés como el eje central de la
acción colectiva. Para Tarrow toda acción colectiva de un
MS encarna un problema social antes que individual. Esto por cuanto la
cuestión no es superar problemas personales, sino de conseguir
que los individuos, que forman diferentes organizaciones, actúen
de manera ininterrumpida por un fin común. De modo que el
interés analítico de la acción colectiva tiene que
ver con la forma como los actores se organizan, cómo usan los
recursos para solucionar sus problemas.
Otra lectura sobre
los MS es la que hace Jenkins (1983) y Cohen (1985). Ellos para evitar
confusiones sobre la TMR precisan presupuestos que explican el
contenido de un MS. Estos básicamente tienen que ver con:
a)
Los MS realizan una acción colectiva de carácter racional
con base en cálculos estratégicos de costo y beneficio
que formulan sus actores;
b) La acción
colectiva puede ser institucional o no institucional. Pero ambas se
inscriben en conflictos de intereses formados dentro de las relaciones
de poder institucionalizadas.
c) Los MS más
bien dependen de cambios en la disponibilidad de los recursos, de la
organización del grupo y del marco de oportunidades existentes
que garantizan la acción colectiva. Y justamente son las
organizaciones formales y centralizadas las que demuestran más
eficacia a la hora de movilizar recursos y por tanto son las que
garantizan el éxito.
Otra visión
es la de Anthony Oberschall (1973), quien considera que un MS se
compone no por individuos sino por organizaciones o comunidades donde
interactúa el individuo. Se trata de redes sociales o grupos
solidarios con el que el individuo se identifica. Pero para que estos
individuos se movilicen deben existir estímulos, recompensas o
sanciones. Aquí el actor individuo es capaz de movilizarse en
tanto en el grupo se alude a procesos de interés común,
tal como descontentos o motivaciones compartidas. En este escenario el
factor racional es evidente, el grupo sopesa recompensas, sanciones,
costos y beneficios de toda acción colectiva que represente para
ellos.
Ya en 1977 John D.
Mac Carthy y Mayer N. Zald, siguiendo a Oberschall, privilegian el
factor organización en la naturaleza de los MS. Para ellos un MS
son estructuras organizacionales de preferencias dirigidas hacia el
cambio social. Así todo MS posee una organización que
funciona de forma compleja o formal bajo unos objetivos con el cual los
actores se identifican y se diferencian. Visto así las cosas,
las organizaciones son las que concretan un MS. El objetivo
máximo de estas organizaciones es mantener su continuidad, pues
de ellas depende la existencia del MS. Pero se trata de organizaciones
que no son rígidas, más bien su estructura depende de
factores diversos que rodean su ambiente; de allí que ellas son
susceptibles a cambios e incluso sus objetivos pueden llegar a
adaptarse a las circunstancias.
Un aspecto
diferente en la escuela norteamericana de los MS es el enfoque del
proceso político o «Estructura de las oportunidades
políticas». Este enfoque de la TMR se aleja de aquel que
hace énfasis en la organización y los recursos.
Aquí lo clave es la importancia del entorno institucional y
político en el que se produce la acción colectiva. Se
trata de comprender cómo el contexto político, o nivel
macro que explica Fals Borda (1989), influye en la formación,
impacto y supervivencia de los MS. Este postulado que analiza la manera
como el contexto político determina la acción colectiva
es sostenido por autores como Singer, Gamsom, Tilly y Cloward (Rubio,
2004).
Es precisamente
Singer (1973) quien introduce el concepto de «estructura de
oportunidades políticas» la cual se comprende como la
función de probabilidad que tiene los grupos de acceder al poder
y manipular el sistema político. Gamson (1975) por su parte, ve
la importancia que tiene para los MS la realización de alianzas
políticas e institucionales como medio para acceder al sistema y
establecer el éxito de sus acciones colectivas. Por su parte
Piven y Cloward (1977) privilegian los factores de inestabilidad
electoral o política como una apertura del sistema que termina
siendo favorable a las reivindicaciones de grupos movilizados (Rubio,
2004).
Pero es Tilly
(2004) quien profundiza en el enfoque al entender la acción
colectiva como un proceso conflictivo basado en la interacción
entre actores desafiantes y actores institucionales. De manera que la
acción colectiva depende de la manera como se da la
interacción antagónica entre los dos actores, donde uno
de ellos ejerce el poder por medio del gobierno y el otro como el que
apela a subvertir ese poder. Por ello, un MS depende de la
interacción entre instituciones y actores sociales.
Por su parte Doug
Mc Adam (1997) señalan otros aspectos macropolíticos de
los MS los cuales inciden en su formación y evolución:
las estructuras de oportunidades políticas, concepto clave en
los planteamientos políticos de la acción colectiva y de
los MS. Desde Tarrow «son las dimensiones consistentes del
entorno político que proporcionan incentivos para la
acción colectiva al influir sobre las expectativas de
éxito o fracaso de la gente» (1998: 76-77). Es decir,
Tarrow hace referencia a las oportunidades de acción, las cuales
dependen del grado de cierre o apertura del sistema político con
respecto a presiones no institucionalizadas. La acción de
oportunidad depende de la estabilidad del sistema institucional del
Estado, pero también de factores menos estables, las crisis
políticas y las situaciones de enfrentamientos en la arena
política, la ausencia de represión, la imposición
de agravios repentinos a la población, la expansión del
estado de bienestar o la politización de la vida privada. Desde
Tarrow entender las oportunidades políticas para la
acción es un factor clave para comprender cuando es necesario
emprender la acción de movilización. De la correcta
calibración de este factor, de la precisión del
cuándo actuar, es lo que permite generar una acción
política. Identificar esos momentos es lo que se denomina los
«ciclos de protesta» de un MS.
Nuevos movimientos
sociales o paradigma de la identidad. Mientras en los Estados Unidos el
análisis de los MS se centra en los elementos microestructurales
(organización, recursos, oportunidades políticas), en el
proceso político y en la acción colectiva los cuales
facilitan la movilización, en Europa el enfoque analítico
se centra en aspectos macroestructurales, en especial aquellos que
tienen que ver con el cambio social y los procesos de
construcción de identidades colectivas. Estos dos factores son
los que en últimas motivan al actor para emprender la
acción, más allá de los cálculos racionales
de costos y beneficios defendidos por la TMR.
La teoría de
los nuevos movimientos sociales (NMS) no es un complejo unitario.
Más bien hay enfoques diversos. Sin embargo, hay elementos
claves compartidos. Uno de ellos tiene que ver con el entendimiento de
que los MS son producto de los cambios estructurales propios de las
sociedades modernas. Estos cambios se dan básicamente en el
campo de la economía, de la tecnología, en los
órdenes políticos globales y en el escenario de la
cultura. Tales transformaciones estructurales generan el ambiente
propicio para el nacimiento de nuevos movimientos sociales, los cuales
son caracterizados según los actores, los valores, los objetivos
y las formas de acción.
Alain Touraine y
Alberto Melucci son los dos principales exponentes de los enfoques de
la teoría de los NMS. Touraine propone el paradigma de la
«Sociología de la Acción» para plantear que
los MS no se deben necesariamente a la existencia de un conflicto
social coyuntural, en cambio son resultados de un conflicto central
gestado históricamente por grupos sociales antagónicos
(Touraine: 1985:772). Para este autor dentro de la variedad de
expresiones de los MS, por lo menos hay dos muy característicos:
a) los movimientos históricos, que se producen por acciones organizadas para controlar el paso de una sociedad a otra;
b) los movimientos culturales, orientados a la transformación de valores.
Desde el enfoque de
Touraine, los NMS son producto de las sociedades transformadas. Ellos
sintetizan los conflictos que históricamente se han dado entre
grupos sociales que detentan el poder y entre quienes no lo detectan.
Además, tales MS desafían los valores culturales
tradicionales, como por ejemplo el papel de la mujer en la sociedad, o
el tema del racismo y la discriminación. Se trata de movimientos
que en las sociedades modernas se extienden a todos los aspectos de la
vida cultural, social y política, son formas de vida colectivas
con una fuerte identidad de grupo, pero que les corresponden competir
con el individualismo muy característico de las sociedades
modernas.
Por su parte
Melucci (1989) destaca la construcción de identidades colectivas
como motores que impulsan a los MS. Igual que Touraine, este autor
considera que los NMS son producto los cambios que se dan en las
sociedades posindustriales en su paso a una sociedad más
compleja. Pero el rasgo distintivo de Melucci es que los MS implican
cuestiones que afectan la producción cultural de las sociedades.
Es decir, los NMS luchan por objetivos simbólicos y culturales,
luchan por una orientación diferente y una significación
distinta de la acción social. Se trata de desafiar la
lógica que gobierna la producción y la apropiación
de los recursos sociales. En esta búsqueda, los NMS se presentan
como creadores de códigos culturales alternativos a los
dominantes (Melucci: 1989:29).
Para Melucci un
movimiento social y sus acciones colectivas no son unidades fijas, o
datos empíricos determinados por actos de protestas. Ellos
más bien corresponden a construcciones sociales que revelan un
punto de partida para la transformación social (1994: 158). De
allí que las acciones colectivas de los MS sean más bien
el resultado de intenciones, recursos y límites construidos
mediante relaciones sociales desarrolladas en un sistema de
oportunidades y obligaciones.
Para Melucci si un
NMS se enfrenta al sistema por cuestiones simbólicas y
culturales, el término MS resultaría inadecuado. De
allí que propone el concepto de «áreas de
movimiento», pues es allí donde se configura la identidad
colectiva. Estas áreas están estructuradas en redes
sociales, compuestas a su vez por múltiples organizaciones o
grupos dispersos pero conectados a manera de circuitos a través
de intercambios sociales. Se trata de redes que están sumergidas
en la vida cotidiana y funcionan a manera de laboratorios culturales
(1989:60). En estas áreas o redes es donde se concreta la
identidad colectiva, donde se forjan los vínculos para la
acción, donde se dan los fundamentos de la movilización.
Allí los individuos comparten la experiencia de crear nuevos
modelos culturales, nuevas formas de relación que les
proporciona nuevas formas de comprender el mundo. Desde Melucci las
redes sociales que componen los NMS presentan una novedad en su forma
de organización. Se trata de estructuras organizativas cuyo fin
son ellos mismos, donde no habría mayor objetivo que el de
producir mensajes, desafíos simbólicos a los
códigos dominantes.
Categorías metodológicas.
Hasta aquí hemos comprendido a los movimientos sociales como
expresiones históricas de conflictos que actores
antagónicos en una sociedad luchan por el cambio. Asimismo se
han esbozados las dos principales corrientes de análisis de los
MS, donde sobresale, por un lado, la norteamericana con la
teoría de la movilización de recursos, mientras que en
otra orilla, se destacan los autores europeos con posturas divergentes
pero que descansan en lo que denomina la teoría de los nuevos
movimientos sociales. Ahora se abordará un esbozo
metodológico que desde los postulados anteriores permita
acercarnos a un futuro estudio sobre la naturaleza del MS
afrodescendiente.
Gerardo Munck
(1993) en un intento apretado por precisar puntos de encuentro entre la
TMR y la NMS propone 3 aspectos o categorías centrales para un
análisis de los MS. En primer lugar, si un movimiento social se
comprende como un «tipo de acción colectiva orientada
hacia el cambio impulsada por un grupo de personas encabezadas de
manera no jerárquica por un actor social» (Munck 1993:24),
un MS debe por lo menos tener tres características:
a) actores, los cuales atañen a la fundación del movimiento,
b) una coordinación, la cual busca poner de acuerdo en algo a dichos actores, y
c) la estrategia
política, la cual se liga hacia la orientación del cambio
que propone dicho MS. Estos tres elementos, entre otros, los
consideramos claves y necesario si deseamos una comprensión
más sociológica de lo que podría entenderse como
«movimiento social afrodescendiente».
a) La formación de los actores.
Los actores constituyen el punto inicial de un MS. Ellos son los que
impulsan la organización de una masa descentralizada la cual
constituye la base del MS. Tarrow (1994) se ocupa de entender la
dinámica de los actores y los denomina «organizadores del
movimiento social». Es decir, la gente que se atreve a
movilizarse o a movilizar. De igual manera Touraine (1985) considera
estratégico el papel de estos agentes y los determina como
centrales en la generación de la acción colectiva. Viendo
las cosa de esta manera, la propuesta es analizar el fenómeno de
un MS centrando el primer interés en cómo nacen estos
actores, qué los motiva, en qué contexto se desenvuelven,
qué factores favorecen su emergencia.
Por lo general, de
acuerdo con Munck, los actores sociales emergen en medio de crisis
sociales de carácter estructural. Ellos pertenecen o son
sensibles de aquellos sectores subalternos que se sienten
víctimas de la dominación que otro actor ejerce sobre el
contexto. Se trata de agentes que comprenden el conflicto en que
están inmersos y proponen el establecimiento de un nuevo orden
social.
Estos actores se
forman gracias a que poseen una visión de que las cosas deben
tener un orden diferente. Ellos catalizan esta visión, la cual
de forma latente es compartida por el grupo social. De modo que la
comunión de una visión común diferente se
convierte en una llama que enciende la movilización social. Pero
para que esta llama tenga vida es necesario que exista la identidad
colectiva.
b) La coordinación social. Pero
la emergencia de los actores sociales no es garantía del
desarrollo de un MS. Pues una vez encendida la llama de la
movilización, el desafío ahora es cómo mantenerla
viva, cómo orientarla hacia el cambio. Incluso Tarrow (1994)
plantea el problema de forma más compleja: ¿Cómo
pueden los actores fundadores controlar a sus seguidores, cómo
pueden darle coherencia a sus acciones? Para el autor, los actores
fundadores encaran el problema de la coordinación social gracias
a la utilización adecuada de los medios, o de los recursos
existentes, tales como los repertorios de acción, la estructura
de las oportunidades políticas, o bien utilizando
estratégicamente las disputas entre redes sociales y los marcos
culturales en que los actores tienen a su disposición.
Concretamente,
siguiendo a Tarrow, los fundadores del MS logran éxito
conduciendo a sus bases sociales gracias al aprovechamiento de las
estructuras de las oportunidades políticas. Aunque a criterio de
Munck son los repertorios de disputa, las redes sociales y los marcos
culturales que al ligarse con las habilidades de los actores fundadores
permiten el éxito de la coordinación. Mientras que las
estructuras de las oportunidades políticas dependen más
de la estrategia política que de la coordinación.
c) La orientación hacia el cambio.
Si bien los actores fundadores logran la coordinación de sus
bases sociales para la movilización, la pregunta ahora es
cómo orientar el MS hacia el cambio. En primer lugar hay que
recalcar que los MS son más que organizaciones. Los MS al
proponer el cambio se enfrentan a un problema de estrategia
política, es decir, de cómo relacionarse con las
instituciones que confrontan, cómo entran en contacto con ellas
y con otros procesos de movilización. Se trata de un problema
que pone a prueba la capacidad y la habilidad de los actores fundadores
para relacionarse estratégicamente con sus adversarios. Es
decir, un problema de cómo determinar su estrategia.
Para Munck los MS
emprenden su estrategia política hacia el cambio tanto desde sus
conexiones de identidad colectiva como desde las estrategias del actor.
O sea, tanto de la constitución estructural de la identidad de
un MS como de la posibilidad de su acción estratégica.
Estos dos elementos nos aproximan a una definición más
precisa de un MS que se podría entender como un tipo de
acción colectiva orientada al cambio social (Tarrow 1994,
Melucci 1989).
La
orientación hacia el cambio obliga a los actores del MS a actuar
como actores estratégicos, a moverse en relación con su
medio, a orientar sus fines de acuerdo con las circunstancias,
considerando siempre los factores de riesgo, de oportunidades y de
amenazas.
Pero la
orientación sólo es efectiva si el actor es conciente que
no debe jamás perder su identidad, que no debe perder su
naturaleza en el ajedrez de la negociación estratégica.
De allí que la orientación hacia el cambio debe conjugar
tanto la acción estratégica (TMR) como la radicalidad de
su identidad colectiva (TNM). Pero no siempre esta conexión
funciona. Muchas veces se sobrepone la estrategia a la identidad. Desde
Roberto Unger (1987:396) estas cosas ocurren cuando los actores
inspirados en la política buscan los objetivos sin importar los
medios. Y la manera más concreta de observar este
fenómeno es cuando el MS al entrar a un entorno político
que busca transformar, más bien el entorno termina
transformándolo a él.
Igualmente, la
relación estrategia-identidad también se rompe cuando las
condiciones estratégica son descuidadas a nombre del privilegio
esencialista de la identidad. Esto ocurre cuando los MS calculan que la
estrategia los puede dominar a expensa de la visión que los
motiva. De modo que terminan refugiándose en actividades
puramente expresivas de su identidad, muchas veces sin contenido
político. Y el desafío de transformar la realidad termina
ignorado. La estrategia política en sí se debilita y los
objetivos de cambio son impedidos.
En suma, el manejo
exitoso de la estrategia política hacia el cambio depende de la
habilidad de los organizadores de un MS para confrontar el peligroso
problema de los medios y de los fines. Y aunque se pueden impulsar
estrategias que sean compatibles con la identidad y con las metas, la
clave es mantener los mecanismos entre lo negociable y lo no
negociable. Se trata de proteger los objetivos estructurales
transformadores y eliminar las acciones puramente instrumentales. El
actor debería actuar estratégicamente en medio de una
racionalidad puramente instrumental.
CONCLUSIONES
Las movilizaciones y
acciones colectivas de los afrodescendientes en los últimos 20
años es un fenómeno digno de estudio por parte de las
ciencias sociales. Se trata de un interesante proceso que con
espectacularidad se ha dado no solo en Colombia sino en toda la
región. Sin embargo, para una correcta comprensión
analítica de la dimensión real del movimiento social
afrodescendiente, es importante disponer de un marco referencial
suficiente.
En este ensayo,
más que un análisis sociológico del movimiento
afrodescendiente, se ha intentado realizar una breve reseña de
las teorías más relevantes del movimiento social. En un
intento de definición de lo que puede ser un MS partimos de los
argumentos de Jorge León (1997) quien asocia a los MS con los
fenómenos de cambio que las sociedades modernas experimentan en
un determinado tiempo histórico. Así, León
considera que un MS «no es una organización ni un programa
definido. Es la convergencia de ideas, acciones y personas que se
encaminan hacia transformaciones de sus situaciones o instituciones
definidas. (1997:30). Este concepto abarca variadas formas de
acción colectivas adaptadas a ciertas características del
cambio social y a características de la acción
(revueltas, protestas) o características de los actores. En
términos generales un MS puede expresarse o no en acciones
colectivas, puede tener varios actores (organizaciones, instituciones,
sectores sociales, ONGs), e integrar diversos catalizadores
(organizaciones no gubernamentales, iglesia, entidades
transnacionales). En suma, un MS es una categoría abarcadora de
un fenómeno que identifica un proceso social por el cual una
sociedad cambia uno o varios aspectos de su vida o de sus
instituciones» (1997: 30).
Ahora bien, en este
ensayo se ha intentado un esbozo de los principales enfoques
teóricos de los movimientos sociales. Estos básicamente
son dos: el enfoque norteamericano y el enfoque europeo. Estos enfoques
se consolidan en las décadas de 1960 y 1970 cuando las nuevas
perspectivas se alimentan no sólo de la observación, sino
también de la intervención de los investigadores. De
acuerdo con Cohen (1985) en este escenario renovador de las ciencias
sociales se radicalizan dos formas de interpretación de los MS.
En los Estados Unidos se privilegia el enfoque estratégico de
los actores y en Europa se distingue el carácter identitario de
los actores en la acción. En Estados Unidos se consolida la
teoría de la movilización de recursos (TMR) con los
trabajos de Anthony Oberschall, John McCarthy y Mayer Zald. Más
adelante surge Charles Tilly quien profundiza y renueva el enfoque. Por
su parte, en Europa se consolida el paradigma de los «nuevos
movimientos sociales» con Alain Touraine, Claus Offe, Francisco
Alberoni y Alberto Melucci. Estos autores centran su atención en
los conflictos y cambios culturales y macroestructurales de las
sociedades modernas, los cuales dan lugar a la formación de
nuevas identidades que se expresan en lo que se denomina «nuevos
movimientos sociales».
Luego de hacer esta
revisión conceptual, las notas concluyentes de este ensayo
permiten comprender a los MS como la expresión de actores que se
representan de manera alternativa a las tradicionales formas del
quehacer político, encarnando lo que G. Munck denomina
«una nueva política de movilización»
(1993:19). Es decir, los MS aparecen como procesos alternativos
irreverentes y contradictores de los partidos políticos, de los
sindicatos y de las maquinarias políticas populistas y
clientelares. Además, se reivindican como descontaminantes o
refrescantes a las tendencias políticas alimentadas por la
izquierda radical.
En términos
de Orlando Fals Borda, existe una convergencia de movimientos sociales
críticos y radicales cuyas reivindicaciones parecen traspasar la
frontera de la tradicional demanda de mejores servicios por parte del
Estado. Hoy nos encontramos frente a movimientos sociales y actores
políticos de varios tipos: por la restauración
democrática, por los derechos humanos, por la diversidad sexual,
por el derecho internacional humanitario, por los cristianos
protestantes, por los católicos de base, por las mujeres,
jóvenes y los movimientos étnicos.
En América
Latina a finales de la década de 1970, junto con los movimientos
indígenas y campesinos, emergen los movimientos de las
comunidades negras, que desarrollan acciones colectivas en torno a la
reafirmación étnica y en contra de la
discriminación racial. Los afrodescendientes en la región
se movilizan en medio de un complejo proceso de construcción
étnica, tejido desde un horizonte ancestral, histórico y
político. Dicho fenómeno se ha venido configurando en
medio de formas de reconstrucción y revaloración de su
identidad cultural que, además, les ha permitido autodefinirse
como una «etnia» o bien un grupo humano que comparte una
cultura y cuyos miembros están unidos por una conciencia de
identidad común establecida históricamente.
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